Silo de Okina y desfiladero del Ayuda, la eterna magia del agua

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Okina es un pequeño pueblo de la Cuadrilla de Campezo, perteneciente al municipio de Bernedo, que se agazapa entre hermosas montañas y bosques de una frondosidad encandiladora. En este sobrecogedor rinconcito de la Montaña Alavesa, el agua, con su infinita paciencia, ha ido creando, durante siglos, una magnifica obra, tallado pausadamente en las montañas una hermosa garganta para demostrarnos, una vez, más su fuerza telúrica, profunda, mágica y enigmática.
El río Ayuda que acaricia la localidad, nos ofrece la posibilidad de descubrir su labor pausada y sabia, con nuestro caminar, también pausado, aunque algo menos sabio, mientras el viento de las altivas montañas que cierran el desfiladero nos acaricia dulcemente.
Las montañas,… quizás porque soy un embaucador de montañas, o más bien son ellas las que me embaucan a mi, siempre llaman mi atención, siento su llamada telúrica, inalcanzable y magnética, allí por donde mis pasos aciertan a caminar, y no puedo evitar dejar volar mi mirada y mi mente allá arriba, al reino de las cumbres.
El paseo de hoy, atesora todo esto, y más, agua, montañas, belleza, libertad, y si ha todo ello le unimos que por estas cimas se esconde uno de los lugares mas representativos de nuestra vieja mitología, solo nos resta calzarnos las botas y dejarnos mecer por el viento de las cimas y el rumor del agua.
Nuestra ruta discurrirá por el desfiladero del río Ayuda, que une las localidades de Okina y de Saseta, esta última en territorio del histórico Condado de Treviño, pero además ampliaremos nuestra ruta para conocer el silo de Okina, un hito de la mitología vasca, morada de numerosos númenes y centro de insondables misterios, que nos irá susurrando el viento.
Aparcamos junto a la fuente del pueblo, protagonista de una vieja leyenda que descubriremos durante nuestro caminar, en la sugerente “calle de la piruleta”, y tomamos el sendero que siguiendo las marcas del “GR-38 Ruta del vino y del pescado”, se interna directamente en el desfiladero del Ayuda, pero dejemos la magia del río para luego, y sumerjámonos en la fuerza ancestral de nuestras montañas.
Nada más comenzar el caminar, tomamos un camino a nuestra izquierda, y enseguida en un nuevo cruce otra vez a nuestra izquierda, a este cruce retornaremos por el camino que ahora dejamos a la derecha tras nuestro periplo por las cimas. Seguimos el sendero que nos interna en el barranco Lizerana, por el que vamos ganando altura pausadamente, hasta encontrar una bifurcación donde vemos dos caminos, no importa cual tomemos pues un poco más arriba se vuelven a unir. A medida que vamos ganando altura, el entorno nos regala unas vistas fabulosas, Okina, queda abajo como si fuera un pueblo de juguete, mil y una cimas, cordales, bosques y valles despliegan sus encantos ante nuestros maravillados ojos, como si se tratara de una telúrica invitación a descubrirlos, a caminarlos, a sentirlos. El amplio sendero juega a su antojo con la linde del hayedo y de los pastos de montaña, alternando la espesura misteriosa del bosque con la libertad de los espacios abiertos. Así, saboreando cada paso, llegamos a la cabecera del barranco, donde nos topamos con un claro en el bosque del que parten diferentes senderos. Tomamos decididamente el que surge a nuestra izquierda y que entre espinos salpicados en la pradera nos lleva hasta el silo o sima de Okina.

Nos encontramos ante uno de los parajes más representativos de la mitología de los vascos, un profundo agujero horadado directamente en el suelo, un lugar sobrecogedor, misterioso y lleno de magia, que guarda su energía telúrica en mitad de la montaña. A decir de los viejos cuentos, en esta cueva habita un genio que toma diferentes formas de animales mitológicos, como un toro de fuego “Zezengorri”, un carnero rojo “Txekorgorri” o una oveja amenazadora “Ardi”, y que asoma a su boca enfurecido, si alguien arroja piedras en su interior. El genio que habita en las profundidades del antro, se vincula a la diosa Mari, la principal deidad del panteón vasco, y representación de la Madre Tierra, la Ama Lurra, y que a menudo se simboliza con la forma de estos animales. Otra vieja leyenda cuenta como una joven desesperada se arrojó a la sima, sus pendientes aparecieron en la fuente del pueblo, junto a la que hemos aparcado. También se cuenta que en su interior se esconde un tesoro, en los viejos cuentos de los vascos, se recurre, habitualmente, al mito de los tesoros escondidos, leyendas que nos conectan con la vieja cultura de los celtas, a la que, en parte, pertenecemos. Como ejemplo, las ancestrales leyendas gallegas, cuentan como en los castros que salpican su geografía atlántica, se esconden tesoros custodiados por seres míticos llamados “mouros”, y que tan solo serán desvelados a aquel que se acerque a los castros en la noche mágica de San Juan, y siempre son tesoros en forma de conocimientos naturales y nunca de riquezas materiales. Pero volvamos a nuestro rinconcito de la montaña alavesa, además de todas estas historias arcaicas, es creencia de la zona que las tormentas que se forman en estos lares, tienen su origen en la sima. El silo de Okina es un lugar mágico misterioso, cuya insondable profundidad nos habla de tiempos pasados en los que los habitantes de estas montañas sentían un inmenso pavor ante sus abismos, miedo que aun hoy se siente asomándonos a su boca oscura, pero a su vez, una atracción telúrica, antigua y mágica nos atrapa de forma irremediable, una atracción que solo estos parajes de nuestra vieja mitología nos hacen sentir.
La cueva es un pozo en forma de campana de unos 30 metros de altura, en cuya base se localiza un sifón, muy cerca del antro, queda la cima de la Peña del Silo, cubierta por un precioso bosque, y fácilmente accesible desde aquí. Retornamos hasta el claro del bosque, y en lugar de tomar el sendero por el que hemos subido desde Okina, tomamos un marcado camino que siguiendo dirección SO, se introduce el magnifico hayedo de Gutxisolo que acaricia la cima de Butxisolo. En breve alcanzamos unas praderas que se asoman al cortado sobre el desfiladero del Ayuda, conocidas como las Peñas de Txaburo, el paisaje es sobrecogedor, la quebrada se abre ante nosotros encajonado entre los paredones pétreos. Vamos buscando un paso hacia el sur bajo las peñas, y topamos con un sendero que se interna en dirección al río Ayuda, y que se denomina barranco de Silikiturri, el sendero gira hacia el oeste para internarse en la hondonada y acaricia el arroyo homónimo, tras pasar una estela de piedra junto al camino con una cruz tallada, conocida como Cruz de Patxo, testigo mudo de una vieja y triste historia según la cual dos pastores se enfrentaron por la posesión de una oveja, y el resultado fue la muerte de ambos. El río nos acompaña entre cascadas y saltos de agua hasta el camino que hemos dejado anteriormente a nuestra derecha y que se une al barranco del Ayuda.
Aun podemos dejarnos embaucar un poco más por este maravilloso entorno y dirigirnos a nuestra izquierda hasta el pueblo de Saseta acompañados del Ayuda, disfrutando de la magia del río, de los cortados en las montañas y de una exuberante vegetación, para regresar hasta Okina por el mismo sendero balizado del desfiladero del Ayuda.
De retorno, junto a la mítica fuente de Okina, dejamos que el sonido embriagador del agua nos susurre sus viejas historias, sus viejas leyendas, sus misterios antiguos como el tiempo. Lanzamos una mirada cómplice hacia la ladera de la montaña donde se esconden los genios de nuestra mitología, allí en la misteriosa sima de Okina, que queda arriba lejana, casi inalcanzable, testigo mudo de un mundo que desaparece, que se escapa. Pero, por suerte, el agua nos seguirá contando estas viejas historias, seguirá dando forma, calmadamente al escenario donde podemos disfrutar de nuestras viejas leyendas.

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