Conjuros de Urdiain. Misteriosos ritos solsticiales

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La fecha mágica del solsticio de verano va aproximándose poco a poco, los días han ido ganando terreno a la noche, y es precisamente en este momento del 21 de junio cuando el sol se presenta en su máximo apogeo, estamos en el día más largo del año. El sol, es una antigua divinidad para los habitantes, tanto de este rinconcito de la vieja Europa, como para el común de los pueblos indoeuropeos. Estas gentes sintieron ese magnetismo especial del astro rey, y se dejaron imbuir por su hechizo, otorgándole alma dentro de esa vieja religión animista de estos pueblos ancestrales. Y es que el sol es fuente de calor, de alimentos, de luz, en definitiva, de vida, y no solo eso, para nuestros antepasados, era el propiciador de la desaparición de la noche, de la oscuridad, momento en el que espíritus, diablos, hadas, y demás numenes nocturnos campan a sus anchas. Por todo ello adquirió un carácter profundamente sagrado, y de vital importancia en sus vidas.
La noche de San Juan, siempre ha tenido algo de magia, siempre ha destilado ese aroma que solo los viejos ritos nos ofrecen, es un momento cautivador, magnético, especial, de una energía extraña y telúrica que de alguna misteriosa manera, nos une con nuestro ser mas profundo y misterioso, quizás con nuestro ser más salvaje y libre, ese que conservamos en lo más profundo de nuestra alma. Quizás, sea por ello, que continuamos realizando ritos, cuyo origen se pierde en el tiempo, si bien, es cierto que con un carácter distinto al que le daban nuestros ancestros.

Esta fecha especial no escapó a la percepción de nuestros antepasados, acostumbrados a la observación y convivencia directa con la naturaleza, y no es casualidad que fuera en esta época cuando instauraron una serie de rituales que, aun hoy, podemos disfrutar, tocar con la punta de los dedos. Probablemente, el más conocido de ellos, sean las hogueras que se prenden en nuestros pueblos en la mágica noche de San Juan en diferentes formatos, o en algún cruce de caminos, o de forma mas intima en el lugar más visible de los caseríos, o en lo más alto de las propiedades. Luego vendrá el ritual de saltar sobre las ascuas, o bien de caminar sobre ellas en pueblos de raigambre celta, para prevenir de enfermedades durante el año.

El agua adquiere también un protagonismo primordial, era costumbre darse baños de rocío, o caminar sobre la hierba húmeda, bañarse en el mar o recorrer riachuelos en la mañana de San Juan. Muchas son las fuentes y manantiales cuyas aguas se consideraban poseedoras de un carácter especial en estas fechas, de las cuales se bebía. Es el caso de, la fuente de San Juan de Igantzi o de Iturriotz, en el macizo de Ernio, por citar algunas de ellas.
Como no, las plantas y árboles han adquirido un protagonismo fundamental en esta fecha, algo comprensible en un pueblo profundamente vinculado a la naturaleza. Árboles y plantas han sido los protagonistas del solsticio, recogiéndose hierbas con poderes especiales en esta noche, o plantándose árboles en las plazas, también se colocaban enramadas en puertas y ventanas buscando la protección contra el rayo de las casas.

Sin embargo, en esta vieja tierra, siempre hay un resquicio para la sorpresa esperándonos a que la descubramos, siempre esconde un pequeño matiz que escapa a todo lo establecido. Por eso, hoy les invito a conocer uno de los ritos solsticiales más curiosos y enigmáticos de nuestra vieja cultura. Para ello llegaremos hasta la localidad navarra de Alsasua, desde donde nos dirigiremos en dirección al complejo deportivo, continuamos por una pista dejando a nuestra izquierda la ermita de San Pedro, hasta un cruce de pistas, donde seguimos conduciendo por nuestra izquierda, hasta llegar al paraje de Laiene, donde un parking junto a una zona de recreo nos servirá para estacionar el coche. El paraje es una delicia, muy cerca queda la ermita de Aitziber, sobre las peñas donde se ubica el mítico Jentileio, o la ventana de los jentiles, unida a los mitos sobre estos gigantes que moraban la zona. Nuestro sencillísimo paseo comienza en el parking, retornamos por la pista por la que hemos conducido, caminando por el mágico y hermoso robledal de Dantzaleku, que suministró durante el siglo XVI, de madera al sector naval, y lugar de reunión de brujas, hasta el cruce que hemos visto, donde podemos acercarnos a visitar la ermita de San Pedro, aunque nuestra ruta sigue de frente en el cruce. Esta ermita, guarda la leyenda de ser el lugar donde se coronó al primer rey de Navarra, García Ximenez. Retornamos hasta la pista principal y seguimos sin hacer caso a las diferentes ramales que surgen a nuestro paso, hasta llegar a la ermita de San Juan ya en terrenos de Urdiain. Es aquí donde disfrutaremos del arcaico ritual.

Un grupo de mujeres de la localidad llegan en una pequeña romería acompañadas del txistu y el tamboril desde la iglesia de la localidad hasta la ermita de San Juan, donde tiene lugar una misa. Visten un curioso traje, originario de Urdiain y recuperado por el investigador José María Satrustegui quien encontró una muestra en un desván del pueblo. Se compone de dos faldas azul marino largas y plisadas, con un borde verde, la falda superior se coloca de forma que tapa la espalda, hombros y cabeza, quedando visible una franja de color verde. Esta falda se sujeta en la cabeza de una forma muy curiosa, utilizando una mazorca de maíz desgranada atada con un pañuelo en la cabeza, sobre la que se sujeta la falda. En el torso, y si la mujer es casada viste una casaca de color que varia en cada dama con ribetes oro o negro, las mujeres solteras visten camisa blanca sobre la que se coloca un chaleco bordado con motivos florales. Para finalizar el atuendo se calza alpargata o zapato negro sobre medias también negras.

Tras la misa, se enciende una hoguera junto al templo, momento en que las nueve mujeres se colocan en círculos, con las manos entrelazadas, y siguiendo un ritmo determinado las bajan y suben hacia el cielo siempre manteniéndolas unidas mientras entonan una misteriosa canción. Al terminar, todas al unísono gritan: “Orain arte belar; hemendik aurrera gari” (Hasta ahora hierba; y en adelante trigo).

Todo nos indica, en este curioso y ancestral rito, su profunda vinculación con la naturaleza, quizás con el recordatorio al astro rey de que continúe haciendo posible con su calor, que sigamos teniendo alimento. Tras finalizar los conjuros se obsequia a los presentes con vino servido en unas curiosas tacitas de plata.
El eminente investigador oriundo de la propia localidad de Urdiain, Padre Don José María Satrustegui, explica que en los tiempos antiguos, las mujeres acudían en grupo a los trigales a medianoche de esta mágica fecha, para realizar los conjuros. Primero cantaban el siguiente canto de San Juan:

“Egu bai egun honek
San Juan dirudi,
Ez da San Juan baina
Hala alumbra bedi”

“Hoy sí, que este día
Parece San Juan.
No es San Juan pero
Amanezca ya así”

Tras este cántico, realizaban el conjuro antes descrito.

Sea como fuere, su arcaica esencia se ha perdido con el paso de los tiempos, sin embargo tenemos, aún hoy la ocasión de acudir en la noche mágica de San Juan, hasta esta pequeña localidad de la Burunda, y dejarnos embaucar por el enigma de los viejos conjuros, que lanzan las mozas del pueblo. Dejarnos seducir por el fuego de las hogueras y hechizarnos por su arcaico magnetismo, dejarnos encantar por sus telúricas llamas, como lo han hechos los hombres y mujeres a lo largo de los siglos. Al fin y al cabo, estamos en una noche mágica y misteriosa, viviendo la tradición.

Podemos regresar por el mismo camino hasta Laiene, o bien podemos convertir el paseo en una ruta lineal, habiendo dejado con anterioridad un coche en Urdiain.

Sea como sea, los farallones norte de la sierra de Urbasa, y los magnéticos y misteriosos bosques de la sierra de Aralar, no sirven de telón de fondo, testigos mudos durante siglos del viejo rito de la montaña.

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