Errenga, o acurrucarse al calor del fuego

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Toca quedarse en casa, aprovechemos este momento, duro, extraño, para volver a juntarnos en torno a nuestros viejos cuentos, a las arcaicas historias de nuestra mitología. Contemos pausadamente nuestras leyendas, como se hacia antaño, cuando nuestros abuelos nos las desgranaban al amor de la lumbre.

Quiero aportar mi pequeño granito de arena en forma de estas líneas, para que las podáis compartir con quienes vosotros consideréis, y de alguna forma, volar virtualmente a esos rinconcitos mágicos que nos esperan ahí fuera para volver a compartir con nosotros su belleza y sus misterios, cuando todo esto pase. ANIMO A TODAS Y A TODOS.

Y ya que como he dicho, toca quedarse al calor del hogar, voy a contaros algo sobre un elemento al que la vieja tradición de los vascos, dio especial relevancia y que pertenece a los conocidos como númenes domésticos, se trata del fuego, de sua. Los númenes domésticos, eran aquellos genios o divinidades relacionados con la casa, entendiendo esta como el conjunto de morada, establo, huerta, alrededores,… Conocido es la importancia de este elemento en los rituales solsticiales, tanto de verano (San Juan), como de invierno (Navidad), pero su importancia en nuestra mitología va más allá. El fuego de la cocina era considerado como un numen, símbolo de la casa y ofrenda a los antepasados. Se le piden determinados favores como es la segunda dentición de los niños, para ello el propio niño echaba al fuego el diente de la primera dentición mientras decía la siguiente oración:

Andra Marie, otson ortz zaarra eta ekatzan berrie” (Señora Mari toma el diente viejo y dame otro nuevo)

Es muy curiosa la referencia como Mari al fuego.

Cuando se deseaba que alguien pasara a formar parte de la casa, como por ejemplo mediante un casamiento, se le atraía a ella y se le hacia dar varias vueltas alrededor del fuego, se hacia lo mismo con los gatos que venían de fuera de la casa. Era costumbre introducir en la leche, el café o incluso en el agua traída de la fuente, un tizón del hogar encendido, pues se creía que las aguas estaban dominadas por genios malignos durante la noche.

Era creencia que los antepasados que habitaron la casa, visitan el fuego de noche, por lo que al apilar los rescoldos antes de acostarse se recitaba lo siguiente:

Nik sue biltzeen, aingerruk etxeen sartzeen, etxeen etxekook beinkatzen” (al apilar yo el fuego, van entrando los ángeles en casa, bendiciendo en casa a la familia).

Cuando la leche que está cociendo se desborda y cae al fuego, se arroja al mismo salvado de harina de trigo o maíz, para evitar que enferme la ubre del ganado del establo; en este mismo caso de derramamiento de la leche se suele meter la punta de un tizón encendido en la misma, cerrando rápidamente la puerta de la cocina. También se suele enseñar al fuego los alimentos caídos al suelo antes de ingerirlos.

Los propios carbones del hogar son considerados como benditos y se usan como amuletos contra el mal de ojo.

Haya camino de Errenga

Pronto, estoy seguro, volveremos a disfrutar de los paseos por nuestras montañas, a sentirnos libres por los collados, de momento paseemos desde nuestros hogares, desde nuestros fuegos.

Y que mejor forma de saborear un buen fuego, aquellos que no tenemos la suerte de tenerlo en nuestra casa, que acercarnos a uno de esos refugios de montaña. Para muchos de nosotros, los viejos refugios montañeros forman parte de nuestro ser. Guardados en el corazón están esos momentos pasados al cobijo de su hogar, en buena compañía, desgranando viejas historias mientras afuera la borrasca arreciaba con fuerza, o acurrucado en tu saco soñando con las montañas que se elevan majestuosas al otro lado de la puerta.

Refugio libre de Aritxulegi

Son muchos los refugios que tenemos en nuestra geografía, pero yo os propongo visitar el de Aritxulegi, y ya que estamos realizar una preciosa ruta al pico Errenga visitando un conjunto de cromlech realmente impresionantes. Un bello y fácil paseo por parajes llenos de magia, de belleza arcaica y telúrica, llenos de esa energía especial, irrepetible.

Cromlechs de Mairubaratza

Nuestro paseo parte del propio refugio de Aritxulegi, al cual accede la carretera GI-3420/NA-4000, que une las localidades de Oiartzun en Gipuzkoa y de Lesaka en Navarra. Aparcamos en el propio parking del refugio y ascendemos hasta la carretera, justo antes del túnel, una pista de piedra sale a nuestra derecha, por la que rápidamente alcanzamos el viejo refugio libre de Aritxulegi. De este punto vamos subiendo a nuestra derecha, por la loma herbosa, manteniéndonos siempre en la linde del bosque y de la valla que separa los municipios antes mencionados. Esta linde está marcada por una sucesión de mojones, que guardan una curiosidad, cada uno tiene el nombre de un santo, San Ignacio; Santo Tomás; San Juan; San Bartolomé; San Matías; San Mateo; San Felipe; San Judas; San Simón; Santiago el Menor; que se ubica en la propia cima de nuestro objetivo, Errenga; Santiago Mayor; San Andrés; San Pablo; San Pedro y Santísima Trinidad en la cumbre de Bianditz, que ya visitamos en estas rutas.

Mojón en la cumbre

La subida gana altura pausadamente mientras impresionantes hayas abren todo su ramaje hacia el sublime panorama. Casi sin darnos cuenta nos situamos bajo la cima de Errenga, a la que podríamos ascender directamente por una marcada cuesta. Pero merece la pena, tomárselo con calma, disfrutar un poco más del paseo, sentir la hojarasca acariciar nuestras viejas botas, dejar que nos embauque el susurro del bosque. Porque precisamente es en el bosque donde se interna nuestro caminar, tras pasar un hermoso ejemplar de haya, salimos de nuevo a los rasos de altura, desde donde vemos el precioso pico de Bianditz. Rápidamente, sin perdida nos situamos en el collado de Mairubaratza. Su nombre hace referencia a un conjunto de cromlech, mairubaratza o huerto de Mairus, que se localiza en él. El conjunto es espectacular, aquí en el collado abierto a los vientos libres de la montaña, encontramos estos vestigios prehistóricos que nos hablan de nuestro más antiquísimo pasado. Del collado giramos a la izquierda y tan solo nos resta seguir la valla divisoria para alcanzar la cima de Errenga. Desde sus 794 metros de altitud, nos regala una vista impresionante, Bianditz, Aiako Harria, Larrun, la costa labortana y aquitana,…

Cima de Errenga con Aiako Harria al fondo

Podemos descender por la vertiente contraria para llegar al colladito de la subida y regresar al mismo punto por el mismo camino.

Collado de Mairubaratza y-cima de Errenga

Solo nos resta agazaparnos al calor del fuego mágico y mítico, saboreando las viejas leyendas, y la caricia del viento allá arriba en las montañas libres y salvajes, a las que seguro, pronto regresaremos.

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