La Calzada de los Jentiles

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Agazapada en un rinconcito de la mágica sierra de Aralar, se esconde una joya impresionante, sublime en su esencia, una joya que podemos acariciar con la punta de nuestros dedos, con tan solo salir al encuentro de su telúrica esencia. Se trata de la conocida como Calzada de los Jentiles o Calzada de Enirio, te invito, amigo lector, a que me acompañes en el caminar pausado, sencillo, a cambio podrás sentir la historia enigmática de este camino, el viento nos susurrara viejas historias de Jentiles, esos gigantes de la mitología vasca, sentiremos la presencia de árboles mágicos, y disfrutaremos de uno de los paseos mas hermosos e interesantes de cuantos podemos realizar en nuestras viejas montañas.

¿Te apetece?, comencemos entonces.

Nos calzamos las botas en el área de recreo de Olako saroi, que alcanzamos desde la localidad de Zaldibia, como aperitivo, delante nuestro, se presenta la impresionante cara oeste del Txindoki, aunque tan sólo es un adelanto de lo que esta preciosa ruta nos tiene reservado. Obviando el camino que en amplios zig-zags alcanza la cima de Auza-Gaztelu, continuamos durante un tramo por el carretil de cemento que asciende hacia el sur. Llegamos al final del tramo asfaltado, junto a una borda, se puede acceder hasta este punto en coche, e inmediatamente nos sumergimos en la calzada. Nada más terminar el cemento ya podemos ver las losas que forman este ancestral camino, de pronto todo cambia, nuestros pasos acarician las enormes piedras, el barranco que cierra al sur el circo de Sastarri se va abriendo, y todo va tomando un ritmo distinto. La calzada te invita a caminar sin prisa, a disfrutarla, no tenemos que llegar a ningún sitio, solo disfrutar del camino.

Pronto veremos en las losas del camino las marcas que según la leyenda dejaron allí los carros, que los jentiles dirigían por aquí. Los Jentiles son los gigantes de la mitología vasca, seres de fuerza descomunal que habitaban en nuestras montañas y se negaban a bajar al valle. Se dice que ellos son los responsables de la presencia de los numerosos menhires esparcidos a lo largo y ancho de la tierra de los vascos, ya que los lanzaban de la cima de las montañas, con intención de destruir, en la mayoría de los casos, templos cristianos. Sin embargo otras leyendas, nos los presentan como colaboradores en la construcción de iglesias o casas torre. La factura de la calzada que caminamos, se les achaca, así mismo, a estos gigantes, cuentan los viejos cuentos contados al amor del fuego durante siglos, que moraban en la cercana cima de Auza Gaztelu, guardiana de la calzada, cuya cumbre también es conocida como “Jentillen sukaldea” (cocina de los Jentiles), y en la que se localizan los restos de una torre de vigilancia del siglo XIII.

Pero sigamos nuestro camino, pronto alcanzamos la fuente de Gaintxola, al abrigo de una hermosa haya que invita a descansar bajo su sombra, llegamos un poco más adelante a una pronunciada curva, desde la que se presenta ante nosotros el trazado de la calzada hasta alcanzar el marcado collado de Pikoeta. El camino discurre por la ladera del macizo de Gañeta, en un inteligente trazado, sentados aquí podemos dejar volar nuestra imaginación hasta los tiempos neolíticos, en que esta, entonces senda, comenzó a ser utilizada por pastores transhumantes. Aquellas gentes que nos dejaron infinidad de restos megalíticos, guiaban por este camino sus rebaños en busca de los mejores pastos, en verano subían las ovejas a los pastos de altura, y en invierno, cuando la montaña decidía quedarse a solas consigo misma, buscaban la calidez de los valles. Luego por aquí, caminaron peregrinos, comerciantes, caminantes,….

Tras pasar junto a unas bordas, alcanzamos el tramo mejor conservado de la calzada, grandes losas guían nuestros pasos, mientras un magnético y bucólico bosque nos acompaña, hayas trasmochas, tejos mágicos, castaños, avellanos, robles, un maremagno natural, que nos hace disfrutar en paz del maravilloso camino que acariciamos con nuestras botas.

Casi sin darnos cuenta salvamos el último desnivel y alcanzamos el collado de Pikoeta, que da paso a los hermosos pastos de altura de la sierra, increíbles praderas que hacen las delicias de quienes amamos los grandes espacios abiertos y libres.

Aquí, amigo lector, el caminante puede decidir, retornar por la misma calzada hasta el punto de inicio, o continuar un poco más adelante nuestro caminar. Si la opción es la segunda, nos sumergiremos de lleno en los verdes prados tapizados, como si de una alfombra se tratara. Continuando por el marcado camino dirección este, dejamos a nuestro lado la renovada majada de Esnaurreta, agazapada bajo el pico Argarbi, en cuya cima se halla un dolmen y en sus laderas restos de cabañas de los primeros moradores de la sierra. Continuamos de frente en dirección a un bosque de hayas, a la derecha parte el camino que en pocos minutos nos llevaría al delicioso vallecito de Ondarre, donde recientemente se han descubierto interesantes restos megalíticos.

Pero esa es otra historia, nosotros continuamos nuestro caminar en busca de los Jentiles, tras una curva del camino nos topamos de frente con el magnifico dolmen de Jentillarri, situado en el collado de Arraztaran, uno de más llamativos de la sierra, tiene una cámara compuesta por 11 losas cubierta, en el aparecieron multitud de materiales en las excavaciones arqueológicas llevadas a cabo. Este dolmen esta vinculado a la siguiente leyenda:

Cuentan que los jentiles jugaban a la pelota en el paraje de Argaintxabaleta, cuando de pronto, vieron aparecer una extraña nube en el horizonte. Asustados, corrieron a contárselo al más anciano de los suyos, tantos años tenía que ya era ciego, los gentiles le levantaron el parpado con un hierro, y el viejo al ver la nube exclamó lleno de pavor:
“Ha nacido Kixmi, es el fin de nuestra era, arrojadme por un barranco.”
Kixmi significa mono en euskera, por lo que haría referencia al nacimiento de Cristo.
Los jentiles cumplieron el deseo del anciano y luego se ocultaron bajo las losas del dolmen de Jentillarri, todos menos uno, que anualmente baja a los pueblos para anunciar la buena nueva del nacimiento de Cristo, se trata de Olentzero”.

Un poquito más adelante abandonando la pista y continuando por una caminito que sube por un pequeño valle hacia la izquierda, alcanzamos la interesantísima majada de Oidui, y sus chabolas de techumbre vegetal, resto ancestral de la costumbre de no poner tejas en las chabolas comunales, pues significaban propiedad. Pudieran estar unidas de alguna forma, a la manera de construir de los antiguos celtas, ya que ejemplo parecidos se encuentran en Asturias o Irlanda.

Llega el momento de regresar, volvemos sobre nuestros pasos hasta el collado de Pikoeta, si queremos ampliar la excursión podemos continuar por el camino que nace a nuestra derecha y que nos llevaría al collado de Errekonta bajo la cercana cima de Auza Gaztelu, y luego descender hasta el área de Olako Saroi por el camino que habíamos obviado al principio de la ruta. Si no podemos retornar por la misma calzada.

Sea como sea, satisfechos, llegamos al punto de partida, sabedores de haber podido tocar con la punta de nuestros dedos una parte esencial de nuestra vieja cultura, leyendas, megalitos, viejos caminos y magnéticos bosques, dejaran en nuestra alma una huella imborrable, y una parte de nosotros mismos se quedará allá arriba, en la seguridad de las montañas.

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