Belabarze. El bosque primigenio

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Una delicada lluvia de hojas teñidas de mil tonos de ocres, rojos, naranjas o amarillos, caía dulcemente, acariciando al caminante. Esa era una de las sensaciones más hermosas, que el otoño le reglaba, le encantaba dejarse mecer por las hojas traídas por el viento.

Su paso era lento, no había lugar para la prisa en aquel amanecer de octubre. Las nubes corrían desbocadas en el cielo, sin un rumbo fijo, como poseídas por una sinrazón, tal vez, pensó el caminante, fuera ese viento del sur que enloquece a todo lo que toca.

Bosque de Belabarze

Las viejas botas del caminante se internaron en la hojarasca, fundiéndose con el robledal, cada paso era un regalo. A medida que el bosque fue abrazándolo, todo comenzó a adquirir unos tintes diferentes, el sosiego le embargó el alma, aquel bosque otoñal le lanzaba su magnetismo irremediable, y el, no estaba dispuesto a dejar escapar aquel momento.

Pirineo desde Belabarze

Hoy les invito a conocer un delicioso paraje de nuestro soberbio Pirineo, ese Pirineo de altas cimas, de karst laberinticos, de nieves y bosques puros. Tan solo debemos esquivar la pereza del sofá, calzarnos nuestras viejas botas y caminar, descubrir, sentir el bosque primigenio, en toda su grandiosidad.

Y es que, agazapado en la cabecera del valle de Belagua, al abrigo de impresionantes farallones rocosos, se esconde un bosque de susurro milenario, un bosque seductor en su esencia, un hayedo que nos contará el porqué de su magia, que nos acercará un poquito más a entender el motivo por el que este árbol fue sagrado para nuestros antepasados. Quizás se reserve un trocito de esa vieja tradición para si mismo, pero lo que es seguro es que podremos acariciar pausadamente su esencia telúrica.

Hayas trasmochas

Partimos de la bellísima localidad pirenaica de Isaba, un referente montañero para muchos de nosotros. Podemos dejar nuestro vehículo en el aparcamiento que se sitúa a las afueras de la localidad en dirección a Belagoa. Callejeamos por Isaba, disfrutando de su magnífica arquitectura pirenaica, de las chimeneas humeando e impregnando todo de ese dulce aroma de madera, en las tardes invernales. Buscamos la plaza principal y nos dirigimos hacia el E., por el barrio Bormapea, primero y Burguiberria, después, hasta llegar a la pequeña ermita de Belén. De aquí un sendero mantiene la composición E., que por el bosque desemboca en la pista que viene de la zona baja de Isaba, siguiendo las balizas del GR- 11. Nos unimos a las balizas, y continuamos caminando por la pista, mientras disfrutamos del espectáculo que tenemos ante nosotros, el río nos susurra su magia, bosques y picos, entre los que llama poderosamente la atención Peña Ezkaurre. Pausadamente vamos llegando hasta las conocidas como Ateas de Belabarze, un precioso paso por un desfiladero calizo horadado por el rio. En este punto topamos con un cruce donde debemos tomar a la izquierda, seguimos por el sendero ganando altura y pasamos junto a una granja. Unos metros más adelante, un camino a nuestra derecha, se interna en la floresta, para llegar, sin pérdida, hasta la preciosa cascada de Belabarze. Un rincón bucólico, profundamente bello y enigmático, rodeado de hayedos, donde disfrutar de la magia de este árbol maravilloso. Es un magíifico lugar para dejar que nuestros pensamientos vuelen libres, como nuestra alma en las cumbres, y para, por qué no, zambullirnos en su esencia de montaña. Retornamos a la entrada de la cascada, para seguir en ascenso a nuestra derecha por un precioso bosque y sendero que se introduce en la magia del hayedo. Entre árboles autóctonos, van surgiendo bellísimas hayas que nos susurran quedamente su magia, su arcaica historia. Mientras dejamos hablar a la hojarasca bajo nuestras viejas botas, el hayedo nos devuelve la armonía, el hayedo es un bosque inmejorable para poder reencontrarse con uno mismo. Ascendemos un tramo hasta salir a un prado realmente delicioso, que nos regala unas bellas vistas de las montañas del entorno de Zuriza. La carretera que dirige hasta este paraje de Zuriza, queda junto al prado, la seguimos hacia la izquierda unos 100 metros para tomar un sendero que se mete decididamente en el bosque hacia la izquierda, siguiendo unas marcas rojas y azules. El sendero desciende claramente hasta la carretera que une Isaba con el valle de Belagoa, justo en el puente Otsindundua, aquí podemos desviarnos unos metros y visitar la cueva del Ibón. Continuamos en dirección a Isaba, caminando un buen tramo por la carretera de Belagoa, pasamos junto a otro hermoso puente romano, y llegamos a un desfiladero. Tras pasarlo, surge a la derecha un sendero que se introduce nuevamente en el bosque, y que en ascenso y siguiendo sus balizas nos lleva hasta el aparcamiento.

Cascada de Belabarze

Regresamos de este bellísimo paseo con una paz especial, de esas que tan solo los viejos hayedos son capaces de aportarnos, bebemos de su esencia, nos empapamos de su magia, nos hacemos bosque.

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