El Taller Mihise cumple 15 años y el aniversario se celebrará este sábado con una jornada especial entre amigos en el local de la calle Aguirre Miramon 1 en Gros. Al frente del proyecto está Adriana Ibargoyen Bianchi, pintora y profesora con una profunda vocación docente que durante estos años ha formado ya a un buen número de donostiarras en su estudio.
“El emprendimiento surgió porque tenía muchísima vocación de profesora. Me gusta mucho la gente y me apasiona la pintura”, explicó Ibargoyen a DonostiTik.com.
Tras licenciarse en Bellas Artes comenzó a dar clases en distintos centros -casas de cultura, academias, también el Liceo Santo Tomás- hasta que decidió emprender. “Estaba fenomenal, pero necesitaba tener algo mío. El empujón final me lo dieron mis padres: mi madre buscó locales y mi padre, que es arquitecto, también me ayudó mucho. Que apostaran por mí fue lo que más me animó”.
El Taller Mihise (‘lienzo’ en euskera) es hoy un espacio donde trabajan niños y adultos desde los cinco años hasta edades avanzadas. “Tengo grupos muy diversos. Con los más pequeños hago talleres puntuales para que no se aburran y con los mayores trabajamos con más libertad. Esa mezcla de edades es lo más divertido”, comentó.
Ibargoyen defiende la riqueza de la competencia entre academias de arte en Donostia: “Hay mucha gente interesada en la pintura y muchos profesores con formación en Bellas Artes. Eso es una maravilla. Cada academia tiene su estilo, y eso enriquece a todos”.
El camino durante estos quince años no ha sido siempre fácil, y en este punto coincide con otros tantos emprendedores: “El momento más duro fue el COVID. Mi trabajo es puramente presencial, y hubo un tiempo en que no sabíamos cuánto iba a durar aquello. Me bloqueé. Sé que otros artistas aprovecharon mucho esas semanas, pero yo no era capaz de pintar. En cuanto nos dejaron abrir me puse en marcha y le di la vuelta”.
Ibargoyen compagina la docencia con la pintura con naturalidad, sin sentir que deba elegir entre ambas: “La academia me da la estabilidad que necesito y, gracias a eso, puedo pintar con total libertad. Si vendo, genial. Y si no, sigo disfrutando igual. Por otro lado creo que pintando soy una profesora más interesante”.
De estos quince años se queda sobre todo con los vínculos que han surgido. “Lo que más me gusta es que muchos alumnos repiten año tras año. Me encanta que venga gente nueva, pero también que quienes empezaron conmigo sigan aquí, escuchándome, aunque creo que soy bastante pesada”, dice entre risas.
De cara al futuro, esta pintora y profesora lo tiene claro: “Mi mayor reto es continuar, seguir así. Les digo a mis alumnos que tienen que estar otros 15 años más conmigo”.



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