Han sido semanas de auténtica incertidumbre en Amara Berri, tanto para los africanos —en su mayoría originarios de Mali— que han permanecido junto a la oficina de CEAR (Comisión Española de Ayuda al Refugiado), como para los vecinos del barrio que les han ofrecido comida, abrigo y apoyo.
Esta mañana, tal y como anunciaron ayer fuentes forales, unas 50 personas han sido trasladadas a un centro de acogida en Oñati, habilitado por la Diputación de Gipuzkoa en colaboración con el Ayuntamiento de Donostia. Hoy, por fin, podrán dormir en una cama, dejando atrás las colchonetas que han ido reuniendo estos días bajo los soportales, siempre cerca de la sede de CEAR, donde gestionan su solicitud de asilo.
En el traslado, que ha durado toda la mañana, han colaborado personal de CEAR y Cruz Roja, que ha dispuesto varias furgonetas. También han estado presentes Mariaje Idoeta, delegada municipal de Acción Social, y una técnica del Departamento de Políticas Sociales de la Diputación.
Desde el primer momento alrededor de 80 vecinos se implicaron con el grupo, y a lo largo de estas semanas no han dejado de insistir en que no ha habido ni un solo conflicto. A pesar de las dificultades idiomáticas, la relación ha estado marcada por el respeto y una sintonía sincera pese a la transformación del barrio a base de mochilas y colchones.
Tal y como dijo el alcalde Eneko Goia, desde las instituciones no se puede resolver un problema que es global, y cabe pensar que esto solo es un capítulo. Un capítulo más en el farragoso mundo de la extranjería, que ha puesto de manifiesto la excelencia de una parte importante del barrio de Amara Berri. Más información sobre el tema, aquí.



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