Convertir una terraza, un patio o incluso un pequeño balcón en un rincón chill donde desconectar no requiere de grandes reformas ni de un presupuesto desorbitado. La clave está en elegir bien los muebles para jardín: piezas que no solo sean bonitas, sino que resistan el paso del tiempo y ayuden a crear un ambiente cálido y acogedor. Porque si algo hemos aprendido en los últimos tiempos, es que el espacio exterior, por pequeño que sea, puede convertirse en nuestro lugar favorito.
Estética relajada, pero con sentido
No hace falta caer en lo recargado. Lo que realmente funciona es combinar piezas funcionales con diseños sencillos, materiales agradables al tacto y una paleta de colores que invite al relax. Madera natural, ratán sintético, estructuras metálicas ligeras o textiles en tonos tierra son opciones que, al mezclarse, crean ese efecto desenfadado pero bien pensado que define un buen rincón chill.
Los sofás modulares, por ejemplo, permiten adaptarse al espacio disponible y se pueden complementar con pufs, mesas auxiliares o tumbonas bajas para sentarse casi a ras de suelo. La idea es fomentar un ambiente flexible y distendido, donde leer, charlar o simplemente ver pasar el día sin prisas.
Muebles de exterior que aguantan todo
La belleza no está reñida con la resistencia. Elegir muebles de exterior implica pensar en sol, lluvia, viento y cambios bruscos de temperatura. Por eso, es importante que los materiales sean impermeables, fáciles de limpiar y no pierdan el color con la exposición continua al sol.
Aluminio, polipropileno, madera tratada para exteriores o tejidos técnicos son algunas de las mejores opciones. Los cojines, mejor si tienen fundas desenfundables y tejidos hidrorrepelentes. Y si hay espacio para almacenar o una funda protectora a mano, se alarga mucho la vida de cualquier conjunto.
Zonas para comer y zonas para no hacer nada
Una combinación muy práctica en jardines y terrazas es separar el espacio en dos: una zona para comer al aire libre y otra más pensada para el descanso. Para la mesa, mejor materiales fáciles de mantener y con suficiente superficie para que no todo se quede apretado. Y si se puede acompañar con sillas apilables o plegables, se gana versatilidad.
La zona chill, por su parte, puede definirse con una alfombra exterior, farolillos, algunas plantas en maceteros grandes y mobiliario bajo. Todo lo que invite a sentarse sin prisas, estirarse o incluso echarse una siesta bajo la sombra de una sombrilla bien colocada.
Detalles que hacen el conjunto
No hay que subestimar el poder de los accesorios. Unas luces tenues, unas guirnaldas, una manta ligera para cuando cae el sol o una bandeja bonita para servir algo de picar marcan la diferencia entre un jardín cualquiera y uno que apetece disfrutar cada día.
También es buena idea apostar por elementos que aporten sensación de continuidad entre el interior y el exterior. Muebles con diseños coherentes con los del salón, cojines que repitan los tonos de dentro o incluso cortinas ligeras que enmarquen la zona chill.
Mantenimiento sencillo, más disfrute
El objetivo de tener un espacio de relax es precisamente eso: relajarse. Por eso, los muebles para jardín deben ser fáciles de mantener. Lo ideal es que se puedan limpiar con un paño húmedo, que no requieran barnices frecuentes y que, si hay que recogerlos en invierno, se puedan guardar sin ocupar demasiado.
Algunas piezas vienen ya con tratamientos especiales anti-UV, anti-humedad o con estructuras plegables que hacen más sencilla su manipulación. Elegir bien desde el principio evita complicaciones después.
Crear un rincón chill no es cuestión de metros, sino de intención. Con muebles de exterior pensados para durar, bien elegidos y combinados con gusto, cualquier espacio puede transformarse en ese pequeño refugio al aire libre que se convierte, casi sin querer, en el rincón favorito de la casa.



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