Crómlechs de Egiar y Estela de Andrearriaga. El eco de las viejas piedras

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Hay veces en que las piedras nos hablan. En que nos susurran, quedamente, sus telúricos secretos, hechos de magia y de belleza. Viejas piedras agazapadas en los escondidos rinconcitos de nuestras soberbias montañas mágicas. Conocedoras de las antiguas historias de la cultura del bosque, esa que se ha ido trasmitiendo de generación en generación, al calor del fuego del hogar.

Pero son unas celosas guardianas de sus milenarios secretos, ellas y solo ellas conocen realmente su porqué, su fin autentico, el motivo de su presencia en estos parajes. Y no nos los desvelan totalmente, parte de todo ese legado, de toda esa esencia arcaica, quedará para siempre enredada en su pétreo corazón, y tal vez, sea en eso en donde estribe su irresistible magnetismo.

Así que, hoy, amigo lector, te voy a invitar a conocer alguna de estas mágicas piedras, antiguas, sabias, embaucadoras. Caminaremos pausadamente, al ritmo de la naturaleza, todo va despacio en la naturaleza, por preciosos parajes, nos acercaremos a su misterio, trataremos de escuchar sus viejas historias, en definitiva, caminaremos y disfrutaremos.

Estela de Andrearriaga en Oiartzun

El bello vallecito de Oiartzun, es un auténtico compendio de historia, vieja como el tiempo, de parajes mágicos, de montañas sobrecogedoras, de bosques misteriosos. Son muchos los vestigios, que aquellos que nos precedieron, dejaron salpicados por los rincones de este paraje. Entre otros muchos encontramos un gran número de crómlechs, monumentos megalíticos funerarios, hoy visitaremos uno de ellos, concretamente los crómlechs de Egiar. Pero no quedará hay nuestro paseo, también buscaremos la misteriosa estela de Andrearriaga, y sabremos un poquito más de sus secretos milenarios.

Estela de Andrearriaga en Oiartzun

Comenzamos nuestro caminar en el barrio de Gurutze, de Oiartzun, donde aparcamos nuestro vehículo, junto a una rotonda. Nos llama la atención una pequeña barrera rocosa que se levanta sobre la barriada. Son las Peñas de Arkale, que guardan un pequeño castillo, el de Beloaga, que según algunos estudiosos, podría datar de la época de los romanos. Las peñas, también guardan los tesoros de nuestra vieja mitología, pues cuentan que fue el gigante Roldán, el responsable de que el cordal rocoso este hoy en ese lugar, como cuenta la siguiente leyenda:

El gigante mitológico Roldán, quiso destruir Oiartzun, lanzando una enorme piedra desde la cumbre de Erroilbide, en Peñas de Aia, pero resbalando en el lanzamiento con una boñiga, el proyectil perdió impulso y quedo a mitad de camino, justo donde hoy lo podemos ver.”

Testigo en el cromlechs-de Egiar

Buscamos una carreterita en dirección sur, que se dirige, junto a varios caseríos, hacia una subestación eléctrica, la cual bordeamos y llegamos a un cruce con la carretera que asciende al alto de Elurretxe y Castillo del Inglés. Caminamos hacia nuestra izquierda por el asfalto, hasta topar con un sendero que se dirige a nuestra derecha. Tomamos este camino que nos introduce en un bello bosque, siguiendo las marcas amarillas y blancas. Giramos en dirección Sur, hasta una pista, que en breve, nos deja frente a una subida por terreno despejado. La acometemos pausadamente, para ascender al pico Egieder de 331 metros de altitud. Las vistas son impresionantes sobre el valle del Oiartzun y la costa. Tras disfrutar del panorama, descendemos a un pequeño colladito, donde se localizan los crómlechs de Egiar.

Cromlechs de Egiar

El lugar es sobrecogedor, una energía especial destilan estos parajes donde nuestros ancestros decidieron ubicar sus monumentos. Una energía, que quizás, ellos también sintieron.

Los crómlechs son monumentos funerarios, si bien son mucho más escasos que otros monumentos de este tipo. Hay, no obstante, muchas teorías sobre su función, la de enterramiento, pero también se cree que posteriormente se utilizaron como puntos de reunión, templos, e incluso observatorios astronómicos. Lo que sí sabemos es que son círculos de piedras, que suelen entrelazarse, en el centro se colocaba una estructura de piedras llamada cista, donde se colocaban las cenizas del difunto.

Parece ser que surgieron por estas tierras en torno a los años 1200 a 600 a.C., si bien parece que algunos d Europa serian anteriores, de la Edad del Bronce. Su localización geográfica va desde los países nórdicos, Inglaterra, la Bretaña Francesa, PI, la India o América.

El nombre crómlech, deriva del bretón kroum (corona), y lech (piedra).

Los crómlech encierran una variada mitología, ya hemos dicho que muchos fueron construidos con la ayuda de las lamias, pero los personajes más vinculados con estos monumentos megalíticos son los “mairus”, genios no cristianos.

Estos númenes, son presentados en la mitología vasca, como constructores de diferentes elementos megalíticos como pueden ser crómlechs y menhires. Los Mairi, son genios de sexo femenino de fuerza colosal, que son muy característicos de Baja Navarra, en otros puntos adquieren diferentes nombres, como Amilamia. Se dice que fue el humano más antiguo que habitó estos lares.

Los Mairu, es como se designa, principalmente en la zona norte de los Pirineos, a hombres de otro tiempo no cristianos, hasta hace recientemente poco tiempo, se designaba mairu a alguien sin bautizar. Se les atribuye el ser constructores de casas fuertes, dólmenes y crómlechs. Algunas leyendas cuentan que el brazo desecado de mairu o un hueso del mismo, o también un hueso de un niño muerto sin bautismo tiene virtudes misteriosas. Su nombre es Mairu beso, y el genio lo utiliza como antorcha para alumbrar de noche y adormecer a los habitantes de alguna casa.

Maide, también conocido en la zona norte, es constructor de megalitos. Suele bajar de noche por la chimenea, para recibir las ofrendas que le dejan los moradores de la casa al acostarse.

Crómlechs de Egiar

Retornamos, por el mismo camino, que nos ha traído hasta aquí, hasta alcanzar el punto de partida. Pero no podemos evitar caer en la tentación de visitar otra joya de nuestra arqueología. Para ello debemos caminar con precaución por la carretera GI-2134, que une las localidades de Irún y Oiartzun. Es menos de un kilómetro, lo que nos separa del caserío Andrearriaga, muy cerquita se localiza una réplica de la estela de Andrearriaga, la original se encuentra en el museo de San Telmo. El caserío fue antiguamente una ermita, y en sus alrededores, se localizó esta curiosa estela, en la que se puede ver, una grabación de un jinete a caballo, y otra figura, a pie, detrás. La figura montada en el animal, se ha interpretado como una mujer, pues se le ven ambas piernas, por lo que se ha interpretado que monta al estilo que lo hacían antiguamente las mujeres. En la estela se aprecia además una inscripción, en la que pone lo siguiente: “VALBELTESONIS”. Esta inscripción ha dado lugar a múltiples interpretaciones, una dice que pudiera traducirse como “Valerio hijo de Belteso”

Otra teoría sostiene que la inscripción sería: «D(iis) M(anibus) VAL(erius) BEL(licus) TESS(erarius) MIL(itavit) ANNIS V”, traduciéndose como: “A los dioses Manes…Valerio Bellico Tesserario, militó V…años.. :”, sería, por tanto una estela dedicada a los dioses Manes por un tal Valerio o Valerio Bellico (adjetivo que significa belicoso, guerrero), quien era ‘tesserario’, es decir, de un rango militar algo inferior al de centurión.

Caserio Andrerreguia antigua ermita en Oiartzun

Una última versión afirma que la inscripción vendría de: “Aebelteso [Au]sci O[eassonesis ann(orum)… h(ic) s(ita) e(st). S(it) t(ibi) t(erra)] l(evis)”, es decir: Aebelteso, mujer de Auscio, natural de Oyarzun, fallecida a la edad de… años, aquí yace. Séate la tierra ligera.

La estela, se encontró, al parecer, en una sepultura, destacando como un mojón, y rodeada de otros guijarros más pequeños. Se la ha datado entre los siglos II-I a.C., por lo que estamos ante un grabado de más de 2.000 años de antigüedad. Mide 1 metros de alto y 0.5 metros de ancho, y un peso cercano a la media tonelada.

Nuestra vieja mitología, no dejó pasar este importe elemento cultura, y colocó en ella la siguiente leyenda:

Una mujer que pasaba a caballo robó un rosario a la virgen de la ermita, y cuando el ermitaño le
preguntó si lo había cogido, ésta exclamó: ¡Que me convierta en piedra si he sido yo! Y así sucedió.”

Las viejas piedras seguirán guardando su misterio, hechos de bruma, de sabiduría, de energía, de belleza, y nosotros seguiremos acariciando con la punta de nuestros dedos, la vieja cultura de las montañas.

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