En un contexto económico marcado por la inestabilidad, con mercados financieros volátiles, tensiones geopolíticas y cambios rápidos en las políticas monetarias, muchos inversores se plantean si seguir confiando en los activos tradicionales como acciones o bonos, o si es momento de explorar otras posibilidades. En este escenario, los activos alternativos han ido ganando protagonismo como una opción interesante para diversificar las carteras y buscar estabilidad.
Los activos alternativos abarcan una amplia gama de inversiones que no forman parte de los mercados financieros convencionales. A diferencia de la renta variable (acciones) o la renta fija (bonos y obligaciones), los activos alternativos incluyen inversiones en bienes inmuebles, infraestructuras, materias primas, coleccionables como arte, coches clásicos o joyas, deuda privada e incluso activos digitales como las criptomonedas. De hecho, cada vez más ciudadanos buscan diariamente el precio cardano y otros indicadores de estas divisas electrónicas que se están convirtiendo en uno de los activos alternativos más solicitados.
Mirar más allá de lo tradicional
El rasgo distintivo de este tipo de activos es que tienden a comportarse de forma independiente de los mercados tradicionales, lo que puede resultar beneficioso cuando estos últimos atraviesan periodos de incertidumbre. El 2025 ha empezado con muchas dudas en los mercados, fruto de decisiones políticas como las implementadas por la Administración Trump en Estados Unidos y de conflictos geopolíticos, algunos de ellos de carácter bélico (Ucrania, Palestina, Pakistán).
Ésta puede ser una buena solución para inversores. Y es que una de las razones principales por las que muchos expertos recomiendan considerar activos alternativos en épocas de inestabilidad es su bajo nivel de correlación con los activos financieros habituales. Esto significa que sus precios no suelen moverse en paralelo con los de la bolsa o los bonos, por lo que pueden actuar como amortiguadores cuando los mercados convencionales caen. Por ejemplo, el valor de un piso en cualquier ciudad grande no suele depender directamente del índice bursátil del país, lo que convierte este tipo de inversión en un instrumento útil para equilibrar una cartera.
Los activos alternativos, además, pueden ofrecer un enfoque distinto en términos de rentabilidad. Si bien algunos de ellos pueden implicar un mayor nivel de riesgo o una menor liquidez, también pueden generar retornos atractivos. Esto es particularmente relevante en un entorno en el que los rendimientos de los bonos tradicionales han sido bajos durante largos periodos, o cuando las bolsas presentan alta volatilidad.
Los beneficios se refuerzan en el estado actual
Invertir en activos alternativos, cuya evolución suele diferir de la de los instrumentos financieros tradicionales, aporta numerosos beneficios que se multiplican cuando la situación general es de inestabilidad. Por ejemplo, ofrecen una diversificación más amplia. Debido a que estos activos presentan una correlación muy baja con respecto a los mercados tradicionales, incorporarlos a la cartera permite ampliar la variedad de inversiones y disminuir la exposición a otros factores. Al abrir la puerta a nuevas estrategias y vehículos de inversión, los activos alternativos pueden optimizar la relación entre riesgo y retorno, lo que contribuye a elevar la rentabilidad.
En muchos casos, estos activos tienen el potencial de ofrecer retornos superiores de forma constante, incluso en contextos de inestabilidad o alta incertidumbre en los mercados financieros tradicionales. El mejor ejemplo lo encontramos, actualmente, en el mercado inmobiliario español. Mientras las dudas en los mercados no cesan, los alquileres de la vivienda en España están en precios de récord y cada vez hay más inversores extranjeros que se fijan en el ladrillo del Mediterráneo y otras áreas del país.
Un enfoque personalizado y a largo plazo
Si bien los activos alternativos pueden aportar estabilidad y diversificación, también presentan ciertas particularidades que deben tenerse en cuenta. En primer lugar, se trata en general de inversiones menos líquidas. Es decir, no es fácil entrar o salir de ellas rápidamente, como sí sucede con otros sistemas más convencionales. Por ello, se recomienda que la parte de la cartera destinada a estos activos tenga un horizonte de largo plazo y esté formada por dinero que el usuario no prevea necesitar a corto plazo, ni siquiera en caso de imprevistos.
Cada inversor debe construir su cartera en función de sus objetivos, tolerancia al riesgo y horizonte temporal. Los activos alternativos pueden complementar adecuadamente a los instrumentos tradicionales, ayudando a mantener una visión global del patrimonio y ajustándolo a los ciclos económicos y personales. No se trata de elegir entre uno u otro tipo de activo, sino de combinar adecuadamente ambos mundos para conseguir una estrategia robusta.
Cautela con perspectiva
En momentos de tensión económica e incertidumbre global, contar con una cartera bien diversificada es más importante que nunca. Los activos alternativos pueden ser una herramienta valiosa para reducir la exposición al riesgo y mejorar el potencial de rentabilidad a largo plazo. No obstante, es imprescindible contar con la asesoría adecuada o elegir fondos gestionados por profesionales con una larga experiencia, a fin de no comprometer una parte del capital que pueda necesitarse en un corto o medio periodo de tiempo.



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