Ciudad

«Turismo ‘sostenible’ es un eufemismo. Una manera de sortear una crisis reputacional»

Entrevista con el periodista y geógrafo Vicent Molins, que ha presentado su libro ‘Ciudad Clickbait’, sobre los efectos del turismo, en la Cripta de San Jerónimo en Donostia

Diseno sin titulo.zip 1 "Turismo 'sostenible' es un eufemismo. Una manera de sortear una crisis reputacional"
Vicent Molins, autor de ‘Ciudad Clickbait’. Foto: C.C.

Vicent Molins ha presentado su libro sobre los efectos del turismo, ‘Ciudad Clickbait’, en Donostia, concretamente en un encuentro organizado por la plataforma por el decrecimiento turístico, BizilagunEkin, y por Manteo Bizirik. DonostiTik.com aprovecha la oportunidad para entrevistar a este periodista y geógrafo.

En su libro Ciudad ‘Clickbait’ se habla de la “ciudad-marca”: ¿qué riesgos tiene reducir una ciudad a un producto turístico?

Solía decir el presidente de Turisme Barcelona que a una ciudad le pasa con los turistas como a la Coca Cola: nunca se vende suficiente. Es una impresión extendida por la cual nuestras ciudades son tomadas como operadoras turísticas. La cuestión es que una ciudad no es un escaparate para colocar un producto, y todavía menos es un escaparate con productos infinitos. Una ciudad se agota, tiene recursos limitados. Por eso se deben gestionar los equilibrios entre intereses comunes e intereses de solo unos pocos. 

Ante el desconcierto de un mundo nuevo, muchas de nuestras ciudades han elegido que su autoestima dependa solo de la cantidad de gente que transita por sus calles. Eso hace que la oferta se adapte a la demanda y por tanto que la ciudad se parezca a un lugar de paso. Pero para el equilibrio de una ciudad es vital la permanencia.

España ha pasado de 40 a casi 90 millones de turistas en dos décadas. ¿Cómo ha impactado este salto en nuestras urbes?

El turismo es parte de un progreso: más tiempo libre, una conquista social. Pero entender la industria del turismo solo como una actividad rentable trae efectos letales. Nuestras ciudades no solo no se prepararon para el binomio Ryanair-Airbnb, sino que lo recibieron como quien celebra el Gordo de la lotería. Y todos deseamos proyectarnos como una ciudad de moda.

El principal efecto de todo ello no es el ruido o las molestias superficiales que podamos ver, sino justo lo que no vemos: por ejemplo la percepción de que no incrementar el tráfico en tu aeropuerto año tras año es un fracaso. Eso ha inclinado el tablero de las políticas urbanas y muchas ciudades están más preocupadas por ser atractivas que por ser buenas ciudades. Domina la narrativa de que a nuestra ciudad le va bien porque quienes vienen nos dicen lo bonita que es. Pero no: una ciudad va bien cuando a sus ciudadanos les va bien.

En Donostia se han advertido cambios directamente relacionados con la importancia del sector: como ejemplo sirve la conversión del edificio Bellas Artes en un hotel. Y hay parte de la ciudadanía descontenta.

Cuando nos estalló en la cara la percepción de que un turismo excesivo empobrecía nuestras ciudades, la mayoría de ellas (y el sector turístico) han reposicionado su discurso. Ya no nos exigimos más turistas, sino turistas mejores. Es decir, que gasten más. De ahí apelar al ‘turismo sostenible’, al ‘turismo de calidad’. Pero es un eufemismo. Una manera de sortear una crisis reputacional.

Donostia representa como pocas ciudades ese turismo que ansía la mayoría. Y demuestra que el debate de si turistas mejores o peores (además de ser humanamente discutible) soluciona poco. Donostia debe elegir y quizá lo tiene más fácil que otras ciudades, ya que ha tenido la capacidad para escribir su propio guion antes que el resto. Debe atreverse a escribirlo de nuevo y no dejar que lo escriban por ella. 

Me parece que usted ha mencionado que “a veces hay que pedir que no mejoren nuestro barrio por si nos expulsan”. ¿Cómo se puede frenar esa dinámica?

Es el concepto de ‘gentriansiedad’ que empleó La Vanguardia hace un par de años y que, más allá del ‘palabro’, me parece una manera simbólica de etiquetar el momento: hay muchos barrios temerosos de que mejoren sus calles y sitúen nuevos equipamientos, no vaya a ser que esa mejora provoque un embellecimiento y por tanto un alza en los precios del alquiler. Es comprensible esa reacción, pero no podemos desistir de querer tener lugares mejores, mejor equipados, más acogedores. 

Un medio extranjero denunciaba hace unos días que en Barcelona se había llegado a mojar con pistolas de agua a turistas en las Ramblas y daba bastante vergüenza. ¿Cómo manejar este movimiento crítico sin llegar a esos puntos?

Es la expresión más escandalosa de un descontento. Sería hipocresía señalar al que viaja como razón de todos los males porque yo viajo. Tampoco creo que individualizar el problema, convertirlo en una guerra de guerrillas de todos contra todos, sea lo que conviene: facilita que la Administración pueda mirar a otro lado. Creo que conviene asumir la realidad como la vemos: hemos estrenado un tiempo con coordenadas muy distintas a las de antes, por tanto necesitamos herramientas y acciones diferentes. Necesitamos que nuestras administraciones piensen más. 

¿Y cree que es posible “desclickbaitizar” una ciudad una vez que ha entrado en esa espiral?

La estrategia no puede pasar por no querer yogurterías en nuestras calles, sino por estimular que haya ciudadanos que puedan formar proyectos de vida en ellas, y por tanto que su único afán no sea querer tomarse un yogur helado en febrero. Es el momento de entender que la soberanía local es relevante.

¿Qué le gustaría que pensara un vecino de Donostia, por ejemplo, al terminar de leer su libro?

Me gustaría que sintiera ganas de implicarse en el día a día de su ciudad. Tener más asociaciones de vecinos ayuda a tener políticas locales más enfocadas a los vecinos. Tener más medios locales ayuda a tener una agenda política que no solo esté marcada por los intereses de las grandes capitales. Tener bares y restaurantes que consideran a la comunidad local como un activo contribuye a mejorar la cohesión de una ciudad. Si estamos implicados, hay posibilidad de tener ciudades mejores. Si nos evadimos, será más sencillo que la ciudad sea solo un activo con el que unos pocos puedan especular a miles de kilómetros. 

¿Es posible congraciar los intereses del sector turístico con los de los residentes?

Una ciudad es compleja porque permite el encuentro entre diferentes. Por eso mismo es vital el papel del ayuntamiento como guionista último. La presión que ahora vemos es difícil que se reduzca drásticamente en los próximos años, por eso la iniciativa municipal es trascendente como nunca. Airbnb no acaba de llegar, lleva años entre nosotros, en cambio nos hemos dado cuenta ahora de a qué se dedica: a usar a las ciudades como una mina. Vicent Molins presentará ‘Ciudad Clickbait’, obra crítica con el turismo, en la Cripta de San Jerónim


2 respuestas a ««Turismo ‘sostenible’ es un eufemismo. Una manera de sortear una crisis reputacional»»

  1. piruleto

    El turismo esta bien porque genera riqueza. Pero son los vecinos de las ciudades y pueblos los que tienen que decidir cuanto turismo y que turismo quieren.
    Los políticos ni pinchan ni cortan en estas decisiones.
    Puede que un pueblo o ciudad quiera tener muchos turistas y turismo de borrachera. Y otro pueblo o ciudad no quiere ni un turista, por lo que fuera. Pues eso hay que respetarlo.

    1. Recua

      Y vas tú y le pones puertas al campo.
      Es la libertad carajo.
      La gente viaja donde le sale del cucu.

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