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Áncora anima a las instituciones a recurrir la última sentencia sobre el Bellas Artes

Pasan los años y las décadas, y el conflicto en torno al Bellas Artes perdura. Hace pocos días se ha

Foto: Santiago Farizano

Pasan los años y las décadas, y el conflicto en torno al Bellas Artes perdura. Hace pocos días se ha reavivado gracias a la última sentencia judicial, esa que señala a las instituciones (y no a SADE, la empresa propietaria) como responsables de reponer la cúpula retirada en otoño de 2015. En algunos ámbitos se ha interpretado como un paso decisivo hacia el derribo del pintoresco edificio, que está en ruinas. Pero desde la asociación Áncora para la conservación del patrimonio no lo creen así, y su presidente, Alberto Fernández-D’Arlas, matiza su importancia.

«Es primera instancia, es recurrible», subraya Fernández-D’Arlas, y anima a que precisamente Ayuntamiento de Donostia y Diputación de Gipuzkoa («los codemandados») presenten recurso: tienen 15 días desde que se conoció el fallo. Por otra parte, «lo único que dice la sentencia es quién debe costear el importe de la reconstrucción de la cúpula» de hormigón armado de esta construcción, protegida por el Plan Especial de Protección del Patrimonio Urbanistico Construido (Peppuc) del Consistorio donostiarra.

Hasta esa sentencia, las instituciones habían obligado a la SADE a desmontar la cúpula original y a colocar una nueva e «idéntica», si bien la empresa se limitó a hacer lo primero y negarse a lo segundo, porque su propósito final sería la demolición, según Áncora. Fernández-D’Arlas insiste en que el caso, estancado durante decenios, «requiere de una solución pactada por la sociedad». Sin embargo, cree percibir que «no hay voluntad política».

Asumible «a  escala de un municipio»

Áncora no puede saber cómo terminará el litigio, pero tiene claro que lo último deseable es tirar abajo la construcción. «Estamos hablando del cinematógrafo más antiguo de toda España», un edificio «sumamente singular» y un auténtico «icono urbano» que además se ubica en «una ciudad con el festival de cine más prestigioso» a escala estatal. «La situación de ruina no es la más deseable», y el Bellas Artes «merece una rehabilitación, que no es igual que la demolición».

Por tanto, si se llega a la última instancia y las instituciones siguen siendo declaradas responsables… que lo asuman ellas, propone. No cree Fernández-D’Arlas que las cantidades que se manejan para reconstruir y recolocar la cúpula de hormigón armado (se calculan unos 250.000 euros) sean «de asustar a escala de un municipio».

Pero además, recuerda que las propias instituciones «son quienes han detectado sus valores únicos», como se explica por la protección municipal del edificio. Y recuerda que el propio Consistorio encargó al arquitecto Alfonso Encío (bisnieto de Ramón Cortázar, el arquitecto que proyectó el Bellas Artes) un proyecto de reconstrucción. En 2015, el propio Gobierno Vasco declaró al Bellas Artes Bien Cultural de Euskadi, si bien le retiró dicha calificación solo dos años después, para Áncora «temeroso» de las posibles repercusiones económicas y problemas derivados de dicha calificación.

Temerosos de la recalificación

Cuando la SADE mira al Bellas Artes, «no ve un cinematrografo de 1914, sino céntrico solar edificable», con lo que sus beneficios máximos procederían de su «demolición más reconstrucción». Y, en las declaraciones de los últimos tiempos, Áncora percibe que el propio primer edil de la ciudad, Eneko Goia, «parece que propone demoler».

«Parece que el alcalde está apuntando a una recalificación del suelo», de forma que en ese solar se permita un “uso residencial. Para nosotros, eso sería un despropósito grande» que daría a la SADE «un premio inmerecido». A ojos de Áncora, la firma ha cometido «omisión de conservación durante décadas», dejando adrede que el edificio se arruine para poder tirarlo, y le encantaría dicho cambio urbanístico para construir pisos de lujo allí y llenarse los bolsillos.

El nuevo edificio debería mantener en todo caso «una imagen que evocase» lo que fue. No obstante, esa especie de «pastiche» no sería de recibo, «porque no se trata de proteger una imagen, sino una arquitectura que tiene valores en sí misma».

Ejemplos de «uso compatible»

Cita el caso del balneario de La Perla como ejemplo de reconstrucción evocadora fallida: el edificio original era obra de Ramón Cortázar, el mismo del Bellas Artes, y fue demolido en 1990. El arquitecto Joaquín Zubiria se encargó de ese nuevo La Perla que no gusta Fernández-D’Arlas, y es precisamente el mismo contratado por la SADE, destaca.

Por eso, Áncora cree en negociar por «un uso de otro tipo», compatible con el carácter extraordinario de la edificación. «Hay muchos ejemplos» de edificios similares cuyas características se han respetado, aunque ahora se les dé un fin muy distinto al que tuvieron originalmente. Cita Fernández-D’Arlas los cines de la Gran Vía de Madrid, transformados hoy en centros de ocio o sedes de firmas textiles, o el más cercano Café Antzokia de Bilbao.

En su día, también «se habló de hacer una permuta» y que la construcción acogiese al Orfeón Donostiarra; no sería novedad, porque como recuerda el presidente de Áncora, desde su apertura y durante décadas funcionó a la vez como sala de proyección y lugar ensayos del mítico coro.


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