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‘As bestas’, cuando soñar se da de bruces contra molinos de viento

Rodrigo Sorogoyen vuelve a brillar en este esta historia, Premio del Público a la Mejor Película Europea en Zinemaldia, a medio caballo entre el thriller, el western y el cinema verité

Luis Zahera y Denis Ménochet en una escena de ‘As bestas’.

El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha pensaría con acierto y lucidez que los molinos de viento a los que se enfrenta Antoine, el francés que lo ha dejado todo en ‘As bestas’ para vivir con su mujer Olga en una pequeña aldea gallega, son en realidad gigantes (y de los más malvados). De hecho, Rodrigo Sorogoyen (‘Que dios nos perdone’, ‘El reino’, ‘Madre’) muestra en una de las escenas a Antoine, muy pequeño a los pies del gran (y amenazador) aerogenerador en lo que, tal vez sin quererlo, traza una profética metáfora de la propia trama. Todo lo va más allá de la producción de energía de esos ‘gigantes de viento’ (la codicia del dinero que reportaría la instalación de un nuevo parque eólico, la lucha por preservar intacto el paisaje) ha sembrado la discordia en la aldea y, para desgracia de Antoine y Olga (magistrales Denis Ménochet y Marina Foïs) ha enturbiado la convivencia con los hermanos Anta (unos no menos magistrales Luis Zahera y Diego Anido) hasta extremos insostenibles.

‘As bestas’, premio del Público a la Mejor Película Europea en la pasada edición de Zinemaldia y triunfadora del Festival de Tokio, es un filme basado en hechos reales, pero que va mucho más allá de la ‘true story’. De nuevo ese magnífico tándem creativo que han compuesto Rodrigo Sorogoyen e Isabel Peña al frente del guión dota a esta producción hispano-francesa de muchas capas, de muchos elementos temáticos que propician la utilización de muy distintos lenguajes. En ‘As bestas’ hay partes de thriller, de cinema verité, incluso de western y también de cine social. Hay, en definitiva, ‘mucha miga’ en ‘As bestas’, un filme que habla de la ecología frente al capitalismo, de la lucha de clases, del odio al forastero y todo lo que viene de fuera, de la intransigencia, de la falta de empatía, de la violencia o incluso del amor y de sus ‘pequeñas magias’ que hacen que los problemas lo sean menos.

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Y todo ello filmado de forma precisa e intensa por un Sorogoyen que pasa desapercibido detrás de la cámara aunque, en realidad, dirige de forma prodigiosa y admirable las emociones (incluso las expectativas) del espectador. Porque ‘As bestas’ es una película que oculta en la sencillez una estructura narrativa compleja sustentada en un concienzudo y hermoso montaje de Alberto del Campo en el que las escenas de tensión entre los franceses, que se oponen a la creación de un nuevo parque eólico, y los hermanos Anta, que esperan que el dinero que les reportará su instalación cambie a mejor sus vidas, se contraponen a las plácidas estampas de felicidad de Antoine y Olga viviendo su (quijotesco) sueño de vivir tranquilamente en armonía con la naturaleza.

Esta dicotomía en paralelo (violencia versus calma) y esa nítida plasmación del ritmo de vida en el campo ayudan a crear una inquietante trama que va de menos a más hasta llegar a su punto culminante antes de que ‘As bestas’ concluya. Porque el filme (y ahí Rodrigo Sorogoyen arriesga acertadamente exigiendo un acto de fe al público) acaba en realidad con un epílogo que refuerza lo que, en realidad, el realizador e Isabel Peña han querido contar desde el principio: una historia de amor, la de Antoine y Olga, pero también la que ambos sienten con el lugar en el que han decidido pasar los últimos años de su vida.

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En esta segunda parte o coda emerge con fuerza el personaje de Marina Foïs dando un giro completo a la película. Aquí el filme alcanza ese status de western crepuscular, de búsqueda de la justicia desde la no venganza, de alguna manera, con una reivindicación de una femineidad (orgullosa de sus complejidades) frente a la masculinidad tóxica.

Con 10 nominaciones a los premios Feroz (y otras tantas que previsiblemente le caerán para los próximos Goya), ‘As bestas’ se ha convertido sin duda en un punto de inflexión en la (aún incipiente y prometedora) carrera de Sorogoyen que, sin embargo, ya anticipaba la injustamente poco valorada ‘Madre’. De nuevo en su último filme vuelve a reunir a su equipo de confianza de Caballo Films: desde el ya citado Alberto del Campo, a Álex de Pablo al frente de la dirección de fotografía, y Olivier Arson, autor de una brillante e inteligente banda sonora que, como ya hizo en ‘El reino’, potencia la fuerza de cada escena.

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También es justo recalcar el gran trabajo actoral de todo el reparto, desde los intérpretes que apenas tienen dos frases (magníficos los parroquianos del bar de la aldea) a los cuatro protagonistas. A estas alturas todos los espectadores no tienen dudas del talento y buen hacer de Luis Zahera. Sus escenas ‘mano a mano’ llenas de tensión verbal con Denis Ménochet son de lo mejor que se ha podido ver en los últimos años. Pero, quizá porque ya ha dado vida a personajes similares, no sorprende tanto como Diego Anido (un auténtico descubrimiento como el hermano apocado y bueno con los animales) o Marina Foïs que ofrece, desde la contención, todo un recital interpretativo gracias a un personaje admirablemente escrito.

‘As bestas’ es una de esas películas que dejan mal cuerpo y buen sabor (cinematográfico) de boca. Uno de esos filmes que roza la perfección.


Una respuesta a «‘As bestas’, cuando soñar se da de bruces contra molinos de viento»

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    Titulos spoiler no, por favor

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