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‘Belfast’ o cómo volver a ser un niño

Kenneth Branagh construye en esta hermosa película, candidata a siete premios Óscar, un retrato de su infancia cargado de inocencia y nostalgia

Imagina que tienes la oportunidad de volver a tener nueve años, de jugar en las calles de la ciudad en la que creciste, regresar a aquel colegio que tanto te gustaba porque estabas enamorado de la niña más lista de la clase. Imagina que puedes viajar en el tiempo a aquel momento tan especial de tu vida con los ojos del presente y abrazar de nuevo a tus padres, contemplar cómo se quieren incluso aunque se enfaden entre ellos, verlos de nuevo con los jóvenes rostros de cuando eras niño; pasarlo en grande con los abuelos que ya no están, aprender a su lado, sentir la misma emoción que cuando se apagaban las luces en el cine del barrio, comenzaba la proyección y sonreías porque te sentías feliz. Kenneth Branagh lo ha hecho y ha convertido todo esto en una hermosa película que rezuma cariño, que es nostálgica sin caer tontamente en lo sensiblero y en la que, por supuesto, el Branagh de 60 años se cuenta a sí mismo en el presente a través de su ‘yo’ de nueve. ‘Belfast’, película que esta misma semana se ha alzado con siete nominaciones a los premios Óscar de Hollywood, es sin duda también un canto, desde la inocencia limpia de rencor y la ausencia de juicios morales de un niño, a la ciudad de Irlanda del Norte en la que nació y creció antes de que sus padres decidieran mudarse a Inglaterra huyendo de la violencia en el Ulster.  

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Las primeras imágenes que muestran una panorámica de la ciudad en un vívido color que contrasta con el aterciopelado blanco y negro del filme (es inexplicable que Haris Zambarloukos no haya sido nominado al Óscar a la Mejor fotografía) recalcan ese carácter de evocación nostálgica, de viaje al pasado, de regreso al hogar, aunque esto implique también revivir un conflicto político armado entre católicos y protestantes que, como para el propio Buddy (el ‘alter ego’ de Branagh, magníficamente interpretado por el pequeño actor Jude Hill), queda relegado a un segundo (pero amenazante) plano, incomprensible, eclipsado por lo que es importante para el protagonista: jugar, querer y ser querido por su familia, disfrutar comiendo dulces, conversar con sus abuelos, ser bueno en matemáticas, ir al cine, sentirse tentado por el teatro o soñar con casarse con Katherine, su compañera de la escuela…

El propio Kenneth Branagh que, desde que debutara en el año 1989 con ‘Enrique V’ ha superado ya la ‘etiqueta’ de heredero de Lawrence Olivier (al que interpretó en ‘Mi semana con Marilyn, por cierto) convirtiéndose en un director absolutamente versátil (de ‘Los amigos de Peter’ y ‘Morir todavía’ a ‘Frankestein de Mary Shelley’, pasando por el ‘remake’ de ‘La huella’, ‘Jack Ryan: operación en la sombra’, ‘Cenicienta’, ‘Thor’, ‘Asesinato en el Orient Express o ‘Muerte en el Nilo’) no pretende realizar en este filme una simple evocación histórica. ‘Belfast’ es más bien una película de recuerdos, sensaciones y sentimientos, una particular ‘magdalena de Proust’ que se traduce en escenas cortas, como esos pequeños ‘flashes’ que quedan almacenados en nuestra memoria y que recuperamos y disfrutamos una y otra vez en ella. ‘Belfast’ es, sin duda, el filme más personal de Branagh y no sólo porque plasma en él un relato biográfico cuyo guión también ha escrito.

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Desde el punto de vista narrativo es, a su vez, una intensa declaración de amor al cine en la que la variada y expresiva elección de los ángulos de cámara y de la propia puesta en escena no es casual o fruto del azar. Los primeros planos y hermosos contrapicados que brillaban en westerns que Buddy/Branagh ve en televisión, como ‘Sólo ante el peligro’ (1952) de Fred Zinnemann o ‘El hombre que mató a Liberty Balance’ (1962), del gran John Ford, tienen su reflejo y correspondiente homenaje en ‘Belfast’, aunque también hay referencias a títulos tan míticos como ‘Hace un millón de años’ con la espectacular Raquel Welch o el no menos mítico (para muchos niños) ‘Chitty Chitty Bang Bang’.

Pese a ello no puede decirse que Branagh realice una dirección rancia, un corta-pega de lo mejor del cine clásico. Hay también en ‘Belfast’ muchos efectos y recursos narrativos actuales (la violenta escena del asalto a casas católicas el 15 de agosto de 1969, por ejemplo) que dan a este filme un toque de modernidad, y cierto halo de cine de autor que lo hace destacar en la cartelera actual.

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Travellings, hermosos movimientos de cámara, primeros y sencillos primeros planos a mayor lucimiento de los actores (maravillosos Judi Dench y Ciarán Hinds como los abuelos y Caitríona Balfe y Jaime Dorman como los padres) hacen de ‘Belfast’ una película brillante rodada con buen pulso que se apoya, además, en un eficaz y ágil montaje.

Tal vez por eso, las propias vivencias de Buddy/ Branagh se sienten tan cercanas y pasan de lo particular a una vivencia universal en la que todos nos podemos ver reflejados. Da igual dónde hayamos crecido: todos, como Buddy, hemos llorado de niños al mudarnos de casa o adentrarnos en un mundo desconocido que nos alejaba de familia y amigos. Aunque, como conmina la abuela en la última escena (hermoso regalo que Branagh le hace a Judi Dench con este personaje), hay que seguir y no mirar atrás aunque a veces, eso sí, nos dejemos llevar por la nostalgia y vuelvas, otra vez, a tener nueve años.


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