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Tribunales

«Cabezudo: el dentista que se sirvió de la fotografía para el abuso sexual»

El abogado de la acusación Mario Díez hace un retrato demoledor del 'modus operandi' del acusado. "Lo insólito es que no solo abusaba de sus modelos, es que lo vendía". Y habla del "vía crucis judicial" soportado por las víctimas

Imagen de archivo. El abogado Mario Díez. Foto: Santiago Farizano

El juicio a Kote Cabezudo ha vivido un capítulo más esta mañana, el penúltimo, con el turno del abogado de la acusación particular, Mario Díez, quien ha hecho un retrato demoledor del ‘modus operandi’ del fotógrafo. «Ésta no es la historia de un fotógrafo que aprovechó su posición para tener contactos sexuales. Es el caso de un dentista que se sirvió de la fotografía para el abuso sexual. Y que construyó un sistema que le proporcionó impunidad durante tres décadas», ha denunciado Díez, recordando que «está todo documentado fotográfica y videográficamente».

El juicio está ya en su recta final. Ayer fue el turno del fiscal Jorge Bermúdez, que pide 250 años de cárcel para Cabezudo; hoy ha hecho públicas sus conclusiones Mario Díez, que reclama 2.627 años. Mañana será el turno de la defensa y de la última palabra del fotógrafo al que se le juzga. 

Después de escuchar los «testimonios coherentes de 21 mujeres», el abogado de la acusación ha manifestado que desde el punto de vista de las denunciantes no hay más «reparación para el daño causado que plasmar bien el relato de hechos probados en la sentencia».

«Ha habido un patrón que ha posibilitado la impunidad del imputado durante décadas y hay que tener una visión de conjunto», ha dicho el abogado, incidiendo en que Cabezudo «se presentaba como fotógrafo de la agencia First Models y descubridor de modelos como Jorge Fernández o Lorena Bernal. Lo ponía en la web». Y llamaba así la atención de las «niñas» que «querían ser modelos».

Díez se ha referido a un primer contrato que firmaban y a que la primera sesión con el fotógrafo transcurría «dentro de la normalidad». Sin embargo ya aparecía la palabra «desnudo» en el siguiente contrato. «A partir de ahí vendían el alma al diablo«, ha añadido. 

En este contexto el fotógrafo «acumulaba material cada vez más sexualizado» y ha narrado que alguna de las jóvenes tenía que ir a sesiones hasta dos veces por semana. «¿Con qué sentido?, abusar sexualmente de ellas«. Y en este punto el abogado, además, ha recordado que por medio de objetos como una muñeca o un triciclo se buscaba «aniñar más a las modelos. Que todo pareciera más infantil«.  

«Aterrorizadas»

«Con esas imágenes me puede reventar la vida y tengo que seguir», es el pensamiento que según Díez tenían las mujeres que se veían envueltas en esa situación. «Vivo aterrorizada de que eso salga en un entorno en que todos nos conocemos». 

 A la vez que las modelos se enfrentaban a esos pensamientos, Cabezudo era, como ha recordado Díez, alguien respetado en Donostia. Y Díez se ha referido a la relación del fotógrafo con los medios de comunicación, concursos populares y determinadas instituciones que figuraban como clientas (ha nombrado en este punto al Ayuntamiento y a la Cámara de Gipuzkoa) 

Lo que terminó de disparar el espanto de las víctimas fue, según ha señalizado Díez, la irrupción de internet, «donde Cabezudo vio una línea de comercialización de las pornografía que producía y de los abusos sexuales que perpetraba. Porque lo insólito es que no solo abusaba de sus modelos, es que lo vendía«.

El proceso

Capítulo aparte merece, en opinión de Díez, la actuación judicial, que ha calificado de «vía crucis». Como ejemplo ha puesto que hasta el 23 de marzo de 2018 no fueron bajadas del ‘pendrive’ correspondiente imágenes de una agresión sexual infantil, cuando el ‘pendrive’ estaba en mano de las autoridades desde más de dos años antes.  

«Han sido nueve años de vía crucis judicial porque Cabezudo estaba blindado«, ha dicho Díez, y ha añadido que incluso con el proceso ya abierto las víctimas sufrían represalias además de que pasaron años hasta que comenzó a retirarse de las redes el material pornográfico que protagonizaban. 

En otro orden de cosas Díez se ha referido al delito continuado de estafa. «Explotaba comercialmente las imágenes a través de las páginas de pago. Y a dos de las mujeres les vendió los derechos de imagen sabiendo que aquello seguiría circulando por las páginas». Si bien el fotógrafo advertía en sus webs de que el copyright de las fotos le correspondía, Díez ha incidido en que «el material estaba desmadrado por internet porque no le importaba nada el robo de su obra». 

También le ha acusa Díez de revelar el nombre de las mujeres cuando amenazaban con denunciarle, ya que de primeras el material iba acompañado de pseudónimos.

El abogado ha hablado en este punto del «daño a la integridad moral» sufrido por las víctimas y ha dado el nombre de cuatro que tuvieron que abandonar Gipuzkoa para no verse reconocidas. 

«Pero Cabezudo niega la mayor», ha añadido el abogado, recordando que en una causa anterior el fotógrafo aseguró que él no ponía aceite a las víctimas, se lo ponían ellas mismas. Sin embargo en un vídeo se observa que precisamente éste fue el paso previo antes de una penetración.

Igual ocurrió según el abogado con unos masajes o unos tocamientos que también negó el fotógrafo pero quedaron grabados. 


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