Caritas Gipuzkoa ha inaugurado este martes Miriam Etxea, un nuevo hogar destinado a acompañar a mujeres adultas que viven situaciones de desprotección y exclusión social. El acto se ha celebrado en el convento de las Agustinas de Errenteria, espacio cedido a la Diócesis por la comunidad religiosa, que ha querido sumarse al proyecto de forma activa y hospitalaria.
A la presentación han asistido el obispo Fernando Prado, el vicario general Mikel Aranguren, la comunidad de Agustinas, la dirección y el equipo profesional y voluntario de Cáritas, así como otras personas vinculadas a la iniciativa.
Un recurso para mujeres que necesitan empezar de nuevo
Las primeras seis mujeres han llegado hoy a Miriam Etxea, donde iniciarán un proceso vital marcado por la estabilidad, el acompañamiento y la construcción de oportunidades. Tienen entre 30 y 45 años y comparten trayectorias atravesadas por la vulnerabilidad social. Todas son mujeres migrantes con orígenes diversos, que hasta ahora vivían en una exclusión “invisible”: sin permiso de residencia ni trabajo, sin acceso a la sanidad o a ayudas públicas y, en muchos casos, sin red de apoyo.
Muchas han afrontado violencias de distinto tipo y han sostenido su día a día en condiciones duras y silenciosas. Con la llegada a este recurso evitarán el riesgo de sinhogarismo y podrán reconstruir su proyecto vital desde un entorno seguro.
Un hogar para avanzar hacia la autonomía
Miriam Etxea cuenta con seis habitaciones individuales y zonas comunes pensadas para convivir y compartir la vida diaria. Cada mujer podrá empadronarse, un paso clave para iniciar un proceso de inclusión y acceder a derechos sociales.
El acompañamiento será personalizado y respetará el ritmo de cada una, orientado a lograr autonomía plena. La convivencia entre mujeres de distintos orígenes busca, además, generar apoyo mutuo y comunidad.
La feminización de la pobreza, una realidad que crece
El último informe FOESSA sobre Exclusión y Desarrollo Social en Euskadi señala que los hogares encabezados por mujeres presentan una tasa de exclusión cinco puntos superior a la de los encabezados por hombres (15,4 % frente al 10 %). La brecha es aún mayor a nivel estatal.
En el caso de mujeres migrantes, las dificultades para acceder a vivienda, empleo o protección pública son más intensas, lo que refuerza la necesidad de recursos específicos como Miriam Etxea.
Además de ser un recurso residencial, Miriam Etxea quiere convertirse en una casa abierta al barrio y a la comunidad, capaz de tejer vínculos y generar relaciones transformadoras. El proyecto arrancará con seis plazas, pero Cáritas prevé ampliarlo progresivamente.
Se trata, según la organización, de una iniciativa humilde en tamaño, pero “grande en esperanza y en su capacidad para cambiar vidas”.



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