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Entrevista

Eduardo Mendoza: «De ninguna obra me arrepiento, de ninguna estoy especialmente orgulloso»

DonostiTik entrevista al escritor barcelonés que estará el viernes en Lugaritz invitado por Literaktum para hablar sobre cine y libros. Seguro que el encuentro dará para mucho

Eduardo Mendoza. Foto: Joan Tomas

Eduardo Mendoza (Barcelona, 1943) estará mañana en Lugaritz como ilustre invitado al encuentro Literaktum que se desarrolla en San Sebastián estos días. DonostiTik habla con el brillante escritor sobre su trabajo a día de hoy, sus personajes, el humor, los premios… y también sobre la posibilidad de que las novelas del detective, uno de sus personajes más queridos por el público, se conviertan en serie. 

Usted dijo hace un año, después de la trilogía, que no volvería a escribir novelas. ¿Sigue con esa idea?
Mantengo esa idea, voy haciendo cosas, sin método ni finalidad concreta. Porque toda mi vida he escrito y no me sé estar sin escribir.

Publicó ‘La verdad sobre el caso Savolta’ en el año 75. ¿Cómo ha cambiado su postura respecto a la escritura a lo largo de estos años?, ¿y respecto a su propia obra?, ¿la lee de vez en cuando?
No lo sé. Me cuesta analizarme a mí mismo. Supongo que he evolucionado. Pero nunca he leído nada que yo haya escrito ni me he interesado por mi obra en su conjunto. Eso se lo dejo a otros.

Sabemos qué es el humor en sus novelas. ¿Qué supone en su vida?
No escribiría novelas de humor si el humor no estuviera presente en mi vida. Con alguna excepción, todos tenemos sentido del humor. El mío quizá está más acusado. Pero no soy especialmente gracioso ni me paso el día contando chistes. Me río por dentro.

Señor Mendoza, ¿cómo han aderezado los premios su carrera?, tiene el Cervantes pero también otros como el Planeta, el Franz Kafka, el Premio de Cultura de Cataluña… ¿qué han supuesto?
Los premios dan satisfacciones, claro. En buena medida alivian inseguridades. Nadie está libre de vanidad. A veces dan prestigio, o dinero, o ambas cosas. Cada uno es distinto.

¿Cuál es su mejor novela desde su punto de vista?, y, por cierto, ¿qué relación tiene ahora con ‘Sin noticias de Gurb’? Lo pegunto porque siempre ha aclarado que nació de la casualidad…
¿Mi mejor novela? No lo sé. Un día digo que es una y al día siguiente digo que es otra. De ninguna me arrepiento, de ninguna estoy especialmente orgulloso. Algunas han tenido más éxito. ‘Sin noticias de Gurb’ es un caso singular. La escribí sin pensar que estaba escribiendo una novela. Ni siquiera creí que se fuera a publicar. Pero, por las razones que sean, conectó con un público amplio. En lo personal me ha dado muchas alegrías.

«Me considero un buen artesano»

¿Por qué da la sensación de que usted le quita importancia a su profesión?, está usted muy alejado de la imagen del escritor engolado, señor Mendoza, y sin embargo pocos autores suscitan tanto acuerdo y venden tanto…
Creo que doy a mi trabajo la importancia que tiene. No me considero un artista, sino un artesano. Un buen artesano. Quizá si me hubiera esforzado más habría hecho una obra de la que me pudiera sentir orgulloso. O habría hecho un churro. Lo que he escrito no me hace sentir orgulloso; del resultado estoy satisfecho.

Es usted el escritor de los antihéroes, de los que van por su lado, de los que hacen el ridículo con cierta frecuencia. ¿Usted es un poco así?, decía que Rufo Batalla, el protagonista de su trilogía, era su alter ego.
Casi todos mis protagonistas son mis alter egos. En el caso de Rufo Batalla la identificación es voluntaria. Rufo Batalla soy yo y ha vivido lo que he vivido yo, aunque sus peripecias personales sean totalmente inventadas.

¿Qué relación establece usted con sus personajes?
Un poco de todo. Los personajes de las novelas son familiares. Quiero decir miembros de una familia virtual con plazo de caducidad. Convivo con ellos. Algunos me inspiran más cariño que otros, por la identificación de que hablaba antes. El detective, Rufo Batalla, Gurb, y algún otro.

Serie en ciernes

El encuentro Literaktum versa en esta ocasión sobre la relación entre cine y literatura. Varias de sus novelas han sido llevadas al cine, no solo ‘El año del diluvio’ de la que hablará usted el viernes en Donostia. ¿Qué opinión le merece el resultado?, ¿qué título le gustaría que se convirtiera en película y sin embargo no ha surgido?
Los resultados han sido variados. Con alguna excepción, las películas están bien. Y actualmente está en el aire la posibilidad de hacer una serie con las novelas del detective (se refiere a ‘El misterio de la cripta embrujada’, ‘El laberinto de las aceitunas’, ‘La aventura del tocador de señoras’, ‘El enredo de la bolsa y la vida’ y ‘El secreto de la modelo extraviada’). Me gustaría que el proyecto fuera adelante. Creo que podría salir algo bueno.

Cuando le dicen que una de sus novelas va a ser llevada a la gran pantalla… ¿se queda usted tranquilo o de alguna forma se siente ‘presente’ en la realización?
No me quedo tranquilo, pero tampoco me intranquilizo demasiado. La experiencia me ha enseñado que lo mejor es mantenerse al margen y esperar a ver qué pasa.

¿’Envidia’ como autor (de manera sana, por supuesto), la versión cinematográfica de la obra literaria de algún otro escritor?
No. Que lleven al cine mis novelas no forma parte de mis fantasías. Si lo hacen y la cosa sale bien, estupendo. Si no, mala suerte.

Barcelona… y el turismo

Usted lamentó mucho la reciente desaparición de Javier Marías, señor Mendoza. Meses atrás Almudena Grandes. Los dos muy distintos pero muy significativos. ¿Cómo ve el panorama literario español actual?,
No estoy en condiciones de responder. No conozco bien ese panorama. Tengo la impresión de que hay un cambio generacional que aporta un cambio de lenguaje y de temática. Como ha de ser.

No puedo evitar preguntarle como barcelonés que es (aunque no siempre resida allí) sobre un asunto poco literario. Sobre su ciudad ha escrito usted mucho, también ha hablado, y en varias ocasiones le he escuchado ser crítico con el turismo. En San Sebastián las cifras de visitantes han crecido y existe un cierto malestar en algunos ámbitos. ¿Qué diría a los donostiarras?
No me atrevería a dar consejos a nadie. Las ciudades atractivas atraen a un turismo masivo, y eso puede tener consecuencias indeseables. Las ciudades se despersonalizan, se convierten en una mala imitación de sí mismas, desalojan a sus habitantes para adaptarse a un visitante fugaz, pero rentable. Es un fenómeno universal y no sé si tiene solución. No se pueden poner barreras a quien quiera venir ni impedir a los nativos que aprovechen una fuente de ingresos muy sustanciosa. Para producir hay que estropear. Agenda de Literaktum, aquí. 


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