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Literatura

Edurne Portela: «En mis novelas anteriores no le debía cuentas a nadie»

La escritora de Santurtzi presentará este jueves en Koldo Mitxelena 'Maddi y las fronteras', una historia basada en hechos reales sobre una mujer, María Josefa Sansberro, que regentó un hotel en Arrun y fue víctima de los nazis. "A la hora de imaginarla pensaba en mi abuela", narra Portela a DonostiTik

Edurne Portela. Foto: Asís Ayerbe

Este jueves a las 19 horas el Koldo Mitxelena de Donostia albergará la presentación de la última novela de Edurne Portela (Santurtzi, 1974), ‘Maddi y las fronteras’ (Galaxia Gutenberg), recién publicada. DonostiTik habla con la autora, que en esta ocasión se sumerge en un personaje muy real, el de María Josefa Sansberro, conocida como ‘Maddi’, gracias a los archivos que le facilitaron los vecinos de Oiartzun Izarraitz Villaluze y Joxemari Mitxelena tras una investigación. También ellos estarán presentes en el Koldo Mitxelena y el periodista y escritor Ander Izagirre dirigirá el encuentro. 

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Edurne Portela. Foto: Asís Ayerbe

Leo que usted recibió la llamada de Villaluze y Mitxelena en otoño de 2021. Llama la atención que en menos de dos años se haya hecho con el personaje de Maddi y haya escrito la novela. ¿Es su ritmo habitual? Porque impresiona…
Es que ha sido muy intenso. Desde el día de la llamada de Joxemari, cuando me habló de esta historia y me ofreció contarla, me puse a trabajar. Y pasé unos meses desde noviembre de 2021 hasta el verano pasado en una auténtica inmersión en ese periodo histórico. Una vez que me senté y me decidí a narrar la historia así, no me levanté de la silla.

María Josefa Sansberro nació en Oiartzun en 1895, regentó con éxito el hotel de Larrun varios años, fue enviada a los campos de concentración nazis… Imagino que la historia la conquistó porque el personaje lo merece… 
Sí. Por un parte fue el personaje, me pareció excepcional cómo contradecía todo lo que se supone que era el ideal de una mujer de esa época. Tuvo orígenes muy humildes y con posibilidades limitadas hizo cosas extraordinarias. Eso demuestra que era una persona muy especial. Pero, además, vivió en un periodo histórico que me fascina. Cuando era profesora de universidad estudié mucho la literatura que surgió del Holocausto y de la II Guerra Mundial y por Maddi he vuelto a lecturas que me cautivaron, he ampliado ese interés y ese conocimiento. Ciertamente es un tema muy duro y la novela tiene momentos que lo son, pero he disfrutado mucho imaginando a esta mujer y su contexto. 

Habla en la voz de la protagonista. ¿Se le ocurrieron otras alternativas al plantear la novela?
De hecho pensé en hacer un ensayo porque no me atrevía con la ficción. Me planteé escribir una especie de biografía. Pero cada vez que me acercaba a la documentación que me habían dado imaginaba más cosas, era imposible no hacerlo. El impulso de la imaginación fue más fuerte y concluí que la única forma de entrar en la vida de Maddi era ésta: construir lo que creo que pudo ser. Y el paso más radical era hacerlo en primera persona. Ver la realidad a través de su mirada, hacer ese ejercicio de imaginación e impatía. 

Según trabajaba en los documentos, ¿no le surgían comparaciones o paralelismos con su propia familia? Creo que con esta historia es algo que a los lectores les ocurre. 
Sí, al acercarme a Maddi pensé mucho en mi abuela materna. Ella nació un poco después, en 1907. Maddi era de oriǵenes humildes y mi abuela también, de hecho vendía pescado en la calle con ocho o nueve años. Y ambas tenían una evidente inteligencia natural. Mi abuela nunca fue a la escuela y es de las mujeres más listas que he conocido. A la hora de imaginar la voz y la expresión de Maddi pensaba en ella. Y en esas mujeres que se enfrentaron a a cosas terribles que no puedes imaginar viéndolas de ancianas. Como sobrevivir a la guerra haciendo sacrificios tremendos. 

Entonces no le sorprenderá que se le acerquen lectores a contarle sus historias… 
Me está pasando y me parece bonito que alguien piense en su familia leyendo esta novela. 

La base de la historia son los documentos reales que le facilitaron. Pero había lagunas, claro, que no están explicadas en los archivos. ¿Cómo se ha enfrentado a ‘rellenar’ aquello que faltaba?
Eso me ha preocupado mucho desde el punto de vista ético. Completar a base de intuición la vida de una mujer que ha existido me daba pudor. Por eso tardé en decidirme por la ficción. Y como digo en el epílogo, creando esta Maddi mato la posibilidad de otras Maddis. Lo he hecho con pudor, no con autocensura, pero sí con respeto. Seguramente la personalidad de mi protagonista no es la que tenía Maddi, pero en coherencia con el archivo he querido presentar a una mujer verosímil, fuerte. En mis novelas anteriores no debía cuentas a nadie. Pero aquí, en principio, ya se las debo a Izarraitz Villaluze y Joxemari Mitxelena.

¿Se conocían?
Yo había coindido con Joxemari en la grabación de un programa de Etb y según parece le caí bien, pero no teníamos ningún trato. Me siento muy agradecida. Cuando me llamó, colgué el teléfono y le dije a mi marido: «he tenido una de esas llamadas que cuenta la gente que le pasa y no te puedes creer». 

La denuncia social es una constante en las obras de Portela, aquí vuelve a aparecer en una experiencia muy radical, la de una víctima de los nazis, y me pregunto si tiene la sensación de que los ciudadanos nos alejamos cada vez más de la política, de la ideología… ¿producto de ese descrédito de los políticos, quizá?
Pero, ¿qué época ha sido buena en realidad? Me cuesta analizar el presente, quizá por eso miro siempre hacia atrás. Estamos en una sociedad invididualista que se mira al ombligo, somos los de la era del ‘selfie’.  Pero, salvo esos grupos solidarios que se mantienen siempre en pie, ¿cuándo nos hemos involucrado por el bien común? Ahora tenemos poco para sentirnos orgullosos, pero a Maddi la deportaron por un chivatazo que podía suponerle la muerte. Y eso pasaba también durante el franquismo. Y en Euskadi aún tenemos mucho por reconocer de la historia reciente. El ser humano tiende a la individualidad. 

Me gustaría saber también, Edurne, si usted cree que Maddi sería feminista en la actualidad. 
Pienso que sí. Ella, por sus orígenes, no sabría nada de un feminismo del que ya se empezaba a hablar en algunos ambiente. Igual que le pasó a mi abuela. Pero ambas sabían de la existencia de derechos a los que no tenían acceso. Por otro lado esa generación de mujeres fuertes reprodujeron los roles patriarcales enseñados por una cuestión de cultura y educación. Hoy alguien como Maddi o como mi abuela se enfrentaría a esas opresiones con otra mirada. 

¿Cómo se presenta el encuentro del Koldo Mitxelena este jueves?, ¿hablarán del hotel de Larrun?
Claro, hablaremos del hotel, es el escenario de la novela y además a donde me llevaron Izarraitz Villaluze y Joxemari Mitxelena para que conociera los territorios de Maddi. Y Ander Izagirre, como buen ciclista, seguro que conoce aquello muy bien. Hablaremos de la geografía de frontera, de la investigación que hicieron sobre el personaje y sobre el proceso creativo posterior. E invitaremos a todos a pensar en Maddi y las mujeres como ella. 


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