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El amor es puro cine negro

‘Preparativos para estar juntos un período de tiempo desconocido’, el filme de la húngara Lili Horvát, es una magnética exploración del amor a través del thriller

Fotograma de ‘Preparativos para estar juntos un período de tiempo desconocido’.

Dejemos las tonterías románticas para otra ocasión: no se quiere con el corazón, se ama con el cerebro. En algún lugar de éste se encuentra el núcleo estriado, una región subcortical a través de la que se activa el amor (curiosamente también la adicción a las drogas), así como la memoria procedimental, un tipo de memoria implícita que se asocia en ocasiones al efecto ‘ilusión de verdad’. ¿Puede el cerebro engañarnos, fabricar recuerdos que no existen, hacernos creer una mentira a base de pensar que es cierta? ¿Podemos enamorarnos de alguien a quien no conocemos y con el que, al parecer, sólo hemos hablado en nuestra imaginación? Pues esto es lo que aparentemente le pasa a Márta Vizy (Natasa Stork) en una originalísima y fascinante película de título igualmente original, fascinante… y largo: ‘Preparativos para estar juntos un período de tiempo desconocido’. En el filme, su directora, Lili Horvát (obtuvo la Espiga de Oro en la anterior edición de la Seminci a la Mejor Dirección Novel y a la Mejor Película por este trabajo), se propone, por tanto, explorar el amor desde una perspectiva totalmente alejada de géneros tan manidos (y devaluados actualmente) como la comedia romántica o el melodrama. Aquí, como el propio cerebro del que aún queda tanto por descubrir, el tema se plantea como un misterio y, consecuentemente, está rodado con las trazas de un intenso ‘thriller’ que mantiene hábilmente al espectador en vilo, sin asesinatos, sin persecuciones policiales, aunque sí con la tristeza y esa atmósfera crepuscular y granulosa que exhala el mejor cine negro.

Preparativos 2 - El amor es puro cine negro Nos sentimos Márta porque conocemos perfectamente la inseguridad, la fragilidad e incluso la distorsión de la realidad que el amor puede generar, muy a pesar nuestro, cuando estamos enamorados. Y, sobre todo, porque conocemos el dolor que provoca un plantón o incluso que la persona a la que amamos pueda decir: “No te conozco de nada. Es la primera vez que te veo”. Eso es justo lo que le dice Janos Drexler (Viktor Bodó) a Márta cuando ella le encuentra finalmente y le pregunta por qué no acudió a la cita en el puente de la Libertad de Budapest que ambos acordaron un mes antes al conocerse en un congreso médico en Nueva York. Él reitera no saber nada de lo que le habla. Ella, en cambio, lo ha dejado todo por él (su trabajo en un hospital y un brillante futuro como neurocirujana en Estados Unidos) convencida de que definitivamente es el hombre de su vida. “¿No le parece romántico?”, le pregunta al psiquiatra que la trata tras una serie de hechos que parecen confirmar que, realmente, ha fabricado unos recuerdos que nunca sucedieron. “Al activar las propias fantasías y expectativas del espectador podemos dirigir su atención al terreno real de nuestra historia, más allá de las acciones concretas, a la estrecha línea que separa la realidad y la realidad imaginada”, ha explicado la propia directora sobre el filme.

¿Es más fácil asumir que se está perdiendo la razón o que alguien no ha querido acudir a la cita por la que, literalmente, se ha dejado todo? Es una de las cuestiones que plantea la película, que, desde ese momento, se convierte en el desesperado intento de Márta por entender qué le pasa mientras vive en una casa vacía sólo amueblada por las vistas desde la ventana del puente de la Libertad que le recuerda obsesiva y vergonzosamente a Janos.

La maestría de Horvát reside precisamente en la desnudez del primer plano, en muchas ocasiones, errático y fragmentado, y en dejar que nuestros propios deseos (todos ellos controlados por el cerebro, por supuesto) construyan (y deconstruyan según nuestras expectativas) el devenir de cada escena. El resto lo pone una ciudad de Budapest tan melancólica y triste como la que retrató magistralmente en el primer tercio del siglo XX el escritor Sándor Marái (‘La mujer justa’, ‘El último encuentro’, ‘Divorcio en Buda’).

Es fascinante comprobar cómo una película como ‘Preparativos para estar juntos un período de tiempo desconocido’ puede mantener en tensión al espectador durante todo su metraje con unos mimbres tan livianos a nivel argumental gracias a un guión lleno de silencios y misterios firmado por la propia Lili Horvát y a una sutilísima y a la vez enérgica interpretación de Natasa Stork (también se llevó la Espiga a la Mejor Actriz en la pasada edición de la Seminci). Parte del hipnotismo y esa extraña calidez en su aparente frialdad que exhala esta producción cinematográfica, la candidata de Hungría a la preselección de cara a los Premios Óscar, se cuece también a fuego lento a través de la música: la banda sonora compuesta por Gábor Keresztes, y una selección musical tan importante o más para el desarrollo de la película en la propia mente de cada espectador dando textura emocional al filme con referencias a Beethoven y Franz Liszt, principio y esplendor del Romanticismo musical.

‘Preparativos para estar juntos un período de tiempo desconocido trata de racionalizar algo que es imposible de explicar incluso para una brillante neurocirujana: cómo un sentimiento puede gobernar nuestra conducta y trastornar nuestra mente. Con Márta nos dejamos arrastrar por un descenso a los infiernos en el que, sabemos de antemano, no tenemos ningún control. Ni siquiera cuando creemos que lo que vemos está pasando realmente, porque de eso, de lo que nos gustaría que pasara va también esta película. Por el camino, eso sí, Horvát nos regala secuencias maravillosas que, como ese caminar de Janos y Márta en aceras paralelas siendo cada uno de ellos conscientes en todo momento de la presencia del otro y de sus pasos, explican todo sin palabras.

‘Preparativos para estar juntos un período de tiempo desconocido’ no es una película romántica, pero sí una magnética, desasosegante y sensible metáfora sobre el amor. Es un filme que examina con bisturí nuestro propio núcleo estriado para concluir que no tenemos remedio, que al final va a ser cierto eso de que nos van las tonterías románticas.


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