Entrevista

El donostiarra Telmo Sánchez Ugalde transforma en arte la muerte de su tío abuelo en un accidente de montaña

El fotógrafo ha sido premiado en el certamen Argazkia.eus por Amildegi, un trabajo que combina archivo familiar y nuevas imágenes del Goierri

Sebastian El donostiarra Telmo Sánchez Ugalde transforma en arte la muerte de su tío abuelo en un accidente de montaña
Sebastián Sánchez, fallecido en un accidente de montaña.

El artista donostiarra Telmo Sánchez Ugalde (1998) se ha hecho con la segunda edición del certamen Argazkia.eus en la categoría de Gipuzkoa y lo ha hecho convirtiendo una tragedia familiar en un proyecto visual muy poético que ha denominado Amildegi (precipicio). Con fotografías de archivo y nuevas imágenes del paisaje del Goierri, Telmo ha rendido homenaje a su tío abuelo Sebastián, alpinista fallecido en el Pirineo en 1976.

Telmo El donostiarra Telmo Sánchez Ugalde transforma en arte la muerte de su tío abuelo en un accidente de montaña
Temo Sánchez Ugalde.

El 28 de junio de 1976 una expedición de seis alpinistas partió para hacer cumbre en el Gran Vignemale, un pico situado a más de 3.000 de altitud. Durante la expedición tres alpinistas cayeron por una pared y fallecieron. Uno de los expedicionarios era Sebastián. «Esta historia personal se entrelaza con el paisaje del Goierri. Mi familia, profundamente conectada con estas montañas, ha forjado su historia en estos paisajes. A través de este proyecto la memoria se convierte en el punto de partida para una exploración más amplia sobre la identidad y la representación visual del paisaje», explica el fotógrafo a DonostiTik.com. (Imágenes de Amildegi al final de la entrevista)

Para empezar, ¿quién era Sebastián y qué significó para usted reconstruir su historia?

Sebastián Sánchez era hermano de mi abuelo y es el eje central de este proyecto que nace a partir de su archivo fotográfico personal y que tiene como título Amildegi. En 1976 Sebastián perdió la vida junto a Fernando Terradillos y José Luis Orbegozo mientras escalaban el Vignemale en los Pirineos. Reconstruir su historia ha sido, para mí, una forma de activar la memoria familiar y de dar lugar a una presencia que, aunque ausente físicamente, sigue resonando.

¿Cómo surgió la idea de convertir esta pérdida familiar en una propuesta artística?

La propuesta nació de la necesidad de dar un lugar a esa pérdida. A partir del archivo fotográfico familiar -compuesto por imágenes tomadas por Sebastián y su hermano- surgió la idea de reactivarlo y se amplía mediante nuevas producciones visuales.

¿Cómo dialogan entre sí las imágenes de archivo con las nuevas?

La idea de combinar tanto archivo como fotografía propia fue un proceso complejo, ya que se trataba de formatos y contextos distintos. Sin embargo, mi papel al reunir todo este material fue interpretarlo, no asumir las imágenes como finales o cerradas, sino trabajar con ellas para darles un nuevo sentido. Del mismo modo apliqué este enfoque a mis propias fotografías, con el objetivo de diluir mi voz con la del archivo, de modo que no prevalezca una autoría individual, sino una construcción colectiva.

¿Qué papel juega el paisaje del Goierri en su trabajo?

El Goierri no se entiende aquí únicamente como un paisaje geográfico. Se concibe como una construcción cultural, un espacio donde lo físico se entrelaza con lo mental y lo afectivo. Como plantea Tim Ingold en su teoría del «taskscape», los paisajes no son simples fondos inertes, sino entramados de actividad humana, memoria y significado, en los que las personas “habitan” el mundo más que simplemente ocuparlo

¿Cómo fue el proceso técnico del proyecto? ¿Qué tipo de equipo, técnicas o formatos utilizó?

Trabajo con fotografía analógica, lo me permite establecer una relación más pausada, atenta y consciente tanto con el proceso como con los espacios y personas que fotografío. Este enfoque ralentiza el ritmo de producción y me obliga a observar con otra mirada y a tomar decisiones desde la reflexión, en lugar de la inmediatez. Esta forma de trabajar encaja con mi manera de mirar y también con la idea del proyecto, donde la temporalidad es uno de los ejes centrales.

Además la materialidad propia del soporte analógico establece un puente directo con el archivo original con el que dialogan las nuevas imágenes. En ese sentido, lo analógico no es solo una herramienta técnica, sino una elección que refuerza el concepto del proyecto.

Este trabajo ha sido premiado en Argazkia.eus. ¿Qué ha supuesto para usted este reconocimiento?

Poder compartir Amildegi en el territorio vasco ha sido una oportunidad profundamente valiosa. Que el proyecto haya encontrado un lugar dentro del tejido cultural local gracias a Argazkia.eus ha sido especialmente significativo, ya que refuerza la idea de que existe espacio para narrativas construidas desde lo íntimo. Experiencias personales como esta pueden establecer un diálogo con otras memorias, sensibilidades y realidades, generando así una resonancia colectiva.

Ha participado en exposiciones colectivas y residencias artísticas. ¿Qué aprendizajes ha obtenido de estas experiencias?

Las residencias y exposiciones han sido y son fundamentales para dialogar con otros lenguajes y procesos, me han reafirmado la importancia de lo físico: la materialidad de la obra y el encuentro directo con el público. En un contexto donde la fotografía del siglo XXI a menudo carece de fisicidad, estos espacios permiten devolverle cuerpo a la imagen y sentido al acto de mostrar. Cada una de estas experiencias contribuye a continuar construyendo un cuerpo de trabajo, y me impulsa a seguir fotografiando y explorando nuevas ideas.

¿Qué proyectos tiene ahora en mente?

En este momento tengo varias líneas de trabajo abiertas pero la más presente es un proyecto que estoy realizando en Mauritania. También explora la relación entre paisaje e individuo. Aunque el contexto es distinto, persiste mi interés por cómo el entorno moldea la existencia humana y, a su vez, cómo el ser humano transforma el paisaje.

¿Qué consejo les daría a jóvenes fotógrafos que buscan conectar sus raíces personales con su trabajo artístico?

Mi consejo sería que elijan un caso concreto sobre el que trabajar, se alimenten de referentes tanto visuales como escritos, y que antes de comenzar a fotografiar -ya sea un territorio, un grupo de personas o cualquier espacio habitado- se tomen el tiempo para observar, preguntar y escuchar. Es en ese proceso previo, en ese habitar el entorno con atención, es donde realmente se construye una mirada propia, y desde donde pueden surgir proyectos conectados con sus raíces. En proyectos tan personales como es el caso, considero a su vez fundamental poder compartir el trabajo con otras personas. Mostrarlo a terceros que lo observan con una mirada fresca y distinta puede aportar mucho. Más información sobre Argazkia.eus en DonostiTik.com.


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