«Rafael Mota, presidente de la Sociedad Española de Cuidados Paliativos, afirma que cuando un enfermo ingresa te dice que así no se puede vivir. Cuando lleva un tiempo bien tratado, deja de pedir la muerte. Llevo 17 años viendo enfermos en estado terminal y sé que la gente no quiere morir, lo que no quiere es sufrir. Quiere vivir”. Así se ha expresado en un artículo hoy el Obispo de San Sebastián José Ignacio Munilla, que secunda esta visión. El Obispo aborda el tema de la eutanasia después de que el Congreso de los diputados haya aprobado iniciar el trámite del proyecto de ley correspondiente propuesto por el Partido Socialista.
Munilla advierte de «la falta de debate social del tema» y añade que «lo curioso es que, mientras unos políticos propugnan la legalización de la eutanasia en respuesta a una supuesta demanda social, los expertos en cuidados paliativos -que son quienes atienden a los pacientes terminales- son los más reacios».
«Lo cierto es que la experiencia demuestra que la eutanasia termina siendo competidora de los cuidados paliativos. De hecho en los países en los que se ha legalizado la eutanasia disminuye la inversión en cuidados paliativos. Obviamente, es mucho más fácil recurrir al atajo del corredor de la muerte», expresa el Obispo en el artículo en que se refiere tambien al niño Alfie Evans y a la «imposición de la eutanasia en contra de la voluntad de sus padres».
«¿La eutanasia es una elección libre, como afirman sus defensores o, por el contario, en la práctica puede ser legalmente impuesta, como ha sucedido con Alfie Evans, con el pleno respaldo de los tribunales británicos y el de Estrasburgo?», se pregunta el Obispo.
Munilla, que hace referencia también a los suicidios de Ramón Sampedro y del científico australiano David Goodall, opina que estos casos «demuestran que la reivindicación de la eutanasia como un recurso reservado para las personas que padecen una enfermedad terminal esconde otra realidad: Más allá de eufemismos, lo que verdaderamente se persigue es simplemente legalizar la práctica del suicidio asistido».
«No existe el derecho a quitarse la vida», concluye Munilla. «Y esta afirmación no solo es válida para aquellos que reconocemos en Dios al autor de la vida, sino para todo ser humano que toma conciencia de que la vida precede a su propia voluntad»
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