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Entrevista

Harkaitz Millán: «Gipuzkoa no es fácil para los creadores nuevos, hay que tender una mano»

El diputado de Cultura habla sobre la reforma del Koldo Mitxelena y más temas de actualidad en tiempos muy complicados para el sector por la pandemia

Imagen de archivo. Harkaitz Millán. Foto: Santiago Farizano

El primer año de Harkaitz Millán al frente del Departamento de Cultura, Cooperación, Juventud y Deporte de la Diputación gipuzkoana ha estado marcado por la pandemia, ya que asumió el cargo escasos días antes del confinamiento. DonostiTik habla con el diputado sobre la reforma del Koldo Mitxelena, sobre el reto de flexibilizar la burocracia para el sector cultural, sobre la necesidad de crecer de Elias Querejeta Zine Eskola y sobre un 2022 que se presenta esperanzador. 

Asumió el cargo el 25 de febrero y el 15 de marzo estábamos confinados y empezaba una situación crítica para el sector cultural. ¿Cómo vivió aquello?
2020 fue un año muy duro, pero también apasionante. Lo más complicado fue reorganizar las prioridades ante la pandemia. El presupuesto se orientó a las ayudas para el sector. Es evidente que nuestra política puede ayudar en una situación como la que se ha vivido y seguimos viviendo, pero también hay carencias endémicas que no podemos solucionar. De hecho éste nos parece un buen momento para plantear cuestiones como el estatuto del artista o el tratamiento fiscal que debe tener un creador, por ejemplo. En esos debates desde el Departamento de Cultura podemos reflexionar y apuntar soluciones. 

También ha habido que meter la tijera. Por ejemplo en un proyecto tan ambicioso como la reforma del Koldo Mitxelena…
Desde luego. Esa obra, tal y como estaba planteada, tenía que haber empezado en mayo de 2020. Primero la retrasamos a este año y durante estos meses hemos redimensionado el proyecto sin perder de vista dos pilares: el carácter del KM, que es una de las instituciones culturales de Gipuzkoa mejor valoradas, y la necesidad de llegar a públicos que no suelen hacer uso de este centro como es el caso de los más jóvenes. Originalmente la obra rozaba los diez millones de euros, pero finalmente serán seis millones.

¿En qué va a consistir?
Por un lado vamos a resolver necesidades técnicas del edificio, que son muchas: hay filtraciones de agua, problemas en la cubierta, sótanos muy húmedos donde no se pueden guardar documentos, la fachada está caída en algunas zonas… También necesitamos que el edificio sea más accesible. Los ascensores, por ejemplo, son de los años 90 y tienen que adecuarse a la normativa actual.

Por otro lado hay espacios que no están abiertos al público como la sala de investigadores en el paraninfo. Con la pandemia se ha abierto al uso del público en general y queremos recuperar este espacio. Igualmente hay una planta entera ocupada por oficinas. Las del Koldo Mitxelena es lógico que estén ahí, pero también hay una parte del servicio de Cultura de la Diputación y no resulta necesario.

El proyecto básico ya está terminado. Ahora estamos con la tramitación de los permisos y calculo que en otoño empezarán las obras. El centro cerrará a más tardar para Navidades y le ejecución durará cerca de un año.

¿Se puede apuntar ya alguna novedad de cara a la reapertura?
Tenemos un afán respecto al Koldo Mitxelena: nos gustaría generar una programación triangular entre la sala de exposiciones, el salón de actos y la biblioteca. Cuando el Koldo Mitxelena abrió, en los 90, tenía una línea de trabajo bastante centrada en el arte contemporáneo. Pero aparecieron agentes nuevos como la sala Kubo Kutxa y Tabakalera y el Koldo Mitxelena se perfiló como un espacio para la reflexión y para el debate sobre aspectos sociales e históricos. Y queremos ahondar en ese perfil. 

Por el confinamiento tuvo que suspenderse el Festival Marítimo de Pasaia. Incluso ya se había presentado el programa musical. ¿Trabajan para que vuelva?
Sin duda. Estará de vuelta en 2022 y además va a marcar un año en Gipuzkoa que estoy seguro de que será especialmente bueno en materia cultural una vez terminen las restricciones. Más que nunca se ha notado durante el confinamiento esa necesidad social de lectura, de cine, de espectáculos. Además en algunos sectores se ha dado un salto a la digitalización. También es verdad que en este punto hay que tener cuidado por la protección de los creadores, pero en todo caso nada llega para sustituir lo anterior. No desaparecerán las salas de cine y los vinilos están volviendo… La digitalización ha permitido llegar a las casas en tiempos muy complicados.

Recientemente han anunciado las ayudas de Piztu Kultura con más fondos a causa del momento que atraviesa el sector y algunas serán bienales. 
Un arqueólogo me decía que este año no se va a presentar a una convocatoria de ayudas por el papeleo que le supone. El sector cultural no es una gestoría y a eso hay que darle unas vueltas. Seamos prácticos. Si tienes un proyecto estable para qué vas a repetir el papeleo todos los años.

Por otro lado Piztu Kultura es especialmente ambicioso este año, hablamos de 5,5 millones de euros para hacer frente a la crisis: apoyo a ayuntamientos, a la red de teatros Sarea, a los museos, a los creadores… y hay novedades como Kultura Eskola para ofertar campos extraescolares de cara al curso que viene.

Por supuesto se mantienen ayudas muy apreciadas como Oreka y Susperka para proyectos consolidados y nuevos, Olatuak para iniciativas con vocación de transformación social, y Lanabesa para la producción audiovisual y las artes escénicas. Y el sistema de ‘matchfunding’ Piztu Meta!, que es una convocatoria muy interesante que además actúa como termómetro y nos deja ver qué le interesa a la ciudadanía. 

De cara a estas ayudas, ¿hay algún reto, además de la flexibilización de la burocracia? 
Este Territorio es pequeño pero fuerte culturalmente, tenemos muchos creadores. Sin embargo Gipuzkoa no es fácil para los creadores nuevos porque ya hay unas dinámicas. Así que me gustaría tender la mano a la gente con propuestas. Hay que arriesgar un poco. Hay que renovar. 

¿Cómo valora la función de K Bulegoa en ese sentido?
Es sin duda de los servicios que más satisfechos nos tienen. K Bulegoa se ha convertido en los ojos y los oídos del Departamento de Cultura. Y cada vez más gente recurre a la oficina. Es una puerta de entrada muy importante para los creadores. 

A corto plazo, más allá de fortalecer al sector frente a la pandemia, ¿hay más retos para el Departamento de Cultura?
Siempre hay retos. La Escuela de Cine Elías Querejeta (EQZE) funciona muy bien y de hecho necesita más espacio. Estamos en conversaciones con Tabakalera para una ampliación. ¿El reto?, abrirse más al alumnado local. Tenemos dos becas para alumnos gipuzkoanos y la presencia de alumnado local tendría que crecer.


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