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Entresijos de la ciudad

Iluminando relojes en las alturas donostiarras

José Granada, cuarta generación de relojeros de la familia, trabaja estos días para que la iglesia de San Ignacio de Gros luzca de noche "como se merece"

San Ignacio

Iglesia de San Ignacio de Gros. Fotos: Santiago Farizano

La empresa Tecnikronos, dedicada a la relojería industrial, monumental y urbana, está instalando actualmente una nueva iluminación en los relojes de la iglesia de San Ignacio en el barrio de Gros. Desde hace un año, ya se puede contemplar el resultado de parte de este trabajo en la esfera que mira hacia la plaza Cataluña, y desde ayer mismo en la de la fachada principal. Uno de los encargados de esta labor es José Granada, quien ha mostrado a Donostitik el interior de la torre del templo donostiarra.

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A juzgar por las caras ya finalizadas, la tarea va a dotar a los relojes de nitidez y a mejorar la estética nocturna del edificio. «Da a la iglesia lo que se merece», comenta Marian, una vecina para quien la torre «ha cogido magia». Tecnikronos realizó la esfera de la plaza Cataluña como muestra, seguros de que la evidente mejora sería el mejor aval para recibir el encargo de finalizar las otras tres.

Las esferas estaban anteriormente iluminadas por siete barras de lámparas fluorescentes cada una, que incluso «se podían ver desde fuera», como recuerda Granada. El nuevo sistema se compone de paneles de luces led que aportan una iluminación constante y uniforme una vez cae la noche. Una fotocélula marcará el encendido de noche y el apagado de día.

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La torre no es accesible para el público y tampoco está acondicionada para visitas. De hecho, carece de iluminación interior y las escaleras se vuelven empinadas, casi verticales, en los últimos niveles, haciendo necesario el uso de las barandillas con las que cuentan a ambos lados para poder subir. El ascenso no es fácil si no se está en forma, y menos con mascarilla. No en vano, nos encontramos en el edificio más alto del barrio, cuya silueta es visible y reconocible también desde otros puntos de la ciudad.

Esta difícil accesibilidad también ha complicado los trabajos, haciendo imprescindible una polea para subir los pesos. Granada, en ropa de faena, va explicando los entresijos del interior de la torre, donde conviven campanas en uso y otras inactivas con los relojes y las arañas. Cae la noche y las linternas de los móviles se vuelven de gran ayuda, así como el flash se convierte en el mejor aliado del fotógrafo de Donostitik.

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El avance de la tecnología ha aligerado de maquinaria los relojes. Actualmente, estos se sincronizan mediante una señal que llega de Francia procedente de un reloj atómico en Alemania.

Granada explica: «Cada campanario es un mundo porque hay algunos como el de Miren Bihotza en los que hay un ascensor para subir arriba. En éste hemos tenido que aprovechar el agujero de las pesas del antiguo reloj mecánico para montar una polea para poder subir las maderas sobre las que van fijadas las tiras de led».

Tecnikronos es la empresa encargada también de otros muchos relojes en Donostia, hasta un total de 25 instalaciones, como los del Ayuntamiento, la plaza de la Constitución, el Buen Pastor, el Boulevard, las tres playas… Granada, cuarta generación de relojeros y apasionado de su profesión, obsequia a los visitantes con gran cantidad de datos técnicos y anécdotas.

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Hoy en día, con la hora GPS en los móviles de nuestros bolsillos, sorprende saber por ejemplo que en el siglo XIX San Sebastián y Bilbao tenían distinto huso horario, con una diferencia de más de 20 minutos entre ambas capitales que ocasionaba muchos problemas, entre ellos que afectaba al tráfico ferroviario.

¿Y qué hay del cambio de horario de invierno a verano? Pues bien, incluso esa operación está ya automatizada en los relojes de las iglesias. «La hora es muy importante, a la mayoría de la gente le puede importar menos unos minutos arriba o abajo, pero en la torre de control de un aeropuerto, por ejemplo, es fundamental», concluye Granada.


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