(Rafael Herrero/EFE). El 20 de diciembre de 2008, Jokin Aperribay, empresario del sector armamentístico, vivió una noche tensa y agridulce. Se había convertido en presidente de su club de fútbol, la Real Sociedad, pero tuvo que salir de la junta de Accionistas escoltado por la Ertzaintza.
Aperribay concitó el apoyo de diversos sectores de la sociedad guipuzcoana, incluidas las instituciones, para remover de su cargo a Iñaki Badiola, un excéntrico empresario con intereses en China algunos de cuyos partidarios acosaron al nuevo presidente y a su junta tras la votación más tumultuosa de la historia de la Real Sociedad, que estaba en Segunda División y en concurso de acreedores.
Hoy, 14 años después, Aperribay ha convertido a la Real en un modelo de éxito deportivo, económico e institucional. Badiola, en cambio, se sienta mañana en el banquillo acusado de injuriar a todos aquellos a los que culpa de su caída en desgracia en la Real Sociedad.
Con Aperribay al mando, la Real Sociedad logró ascender a Primera en 2010, salió del concurso de acreedores y acometió un proyecto que le llevó a la Liga de Campeones en 2013 y que en el último lustro le ha permitido ganar un título, la Copa del Rey, y competir recurrentemente en Europa.
La sensata gestión económica, el acertado trabajo de cantera, y la capacidad para concitar voluntades a su alrededor ha convertido a la Real Sociedad en un modelo de éxito que se plasma en el campo. Con la lograda ante el Rayo el sábado, la Real batió su propio récord de victorias consecutivas, nueve. El equipo está tercero en la Liga, en cuartos de Copa y en octavos de la Liga Europa.
Esa facilidad para reunir adhesiones facilitó el acuerdo político necesario para cumplir uno de los grandes objetivos de Aperribay: eliminar las pistas de atletismo del estadio municipal de Anoeta para convertirlo en una caldera.
Aunque la Real de Aperribay ya había logrado hitos deportivos importantes, como la clasificación para la Liga de Campeones de la mano de Philippe Montanier en el año 2013, la definitiva estabilidad ha llegado de la mano de dos hombres de la casa, ambos forjados en Zubieta: Roberto Olabe e Imanol Alguacil.
El primero lidera un grupo de trabajo que ha destacado por el acierto en sus fichajes. Y por su capacidad de seducción. Sólo así se explica que Olabe lograra convencer en el verano de 2020 a David Silva para recalar en la Real Sociedad tras su exitosa trayectoria en el Manchester City.
Alexander Isak, Takefusa Kubo, Alexander Sorloth, Martin Odegaard y Brais Méndez son algunos ejemplos de acierto. Además, todos ellos han dado su mejor versión de la mano del gran patrón de este barco: Imanol Alguacil.
El entrenador guipuzcoano se hizo cargo del equipo en marzo de 2018, tras la destitución de Eusebio Sacristán. Logró 16 puntos en 9 partidos y volvió al filial tras dejar claro que no se veía preparado para dirigir en Primera División.
Pero meses después, en diciembre de 2018, volvió al primer equipo tras la fallida apuesta por Asier Garitano -de los pocos lunares de la gestión de Olabe- y desde entonces no ha dejado de crecer.
Una Copa de Rey y tres clasificaciones consecutivas para la Liga Europa avalan su progresión como entrenador. Alguacil ha convertido un equipo bonito en un equipo bueno, cada vez más solido, con más registros y que se adapta a varios esquemas.
El resultado: 101 victorias en 206 partidos, un porcentaje de encuentros ganados que se acerca al 50 %, números por encima de los del más exitoso de los entrenadores txuriurdin, Alberto Ormaetxea.
Alguacil obtiene el mayor rendimiento a los fichajes, sin perder de vista el motor que sostiene el club: Zubieta. Imanol, extremadamente exigente con los jóvenes canteranos, a los que no duda en lanzar reprimendas públicas, es, al mismo tiempo, su mayor valedor.
Cuando hay bajas, el filial aporta. Así irrumpió Martín Zubimendi después de parón por el confinamiento, así sustituyó el sábado Pablo Marín al imprescindible Mikel Merino. Una quincena de «potrillos» han debutado de la mano de Alguacil, siete de los cuales pertenecen ya con pleno derecho a la primera plantilla: Alex Sola, Jon Pacheco, Aihen Muñoz, Martin Zubimendi, Ander Guevara, Beñat Turrientes y Robert Navarro.
La joya de la corona
El trabajo de Zubieta es la joya de la corona txuriurdin. Donde haya un chaval guipuzcoano pegándole una patada a una lata, allí observa un ojeador de Zubieta. A través de una red de clubes guipuzcoanos convenidos, la Real Sociedad controla y gestiona el talento del territorio, aunque en los últimos años también ha traspasado sus límites geográficos para sellar acuerdos con equipos de fuera de Gipuzkoa, como el Unionistas de Salamanca.
Los resultados son evidentes. Su filial compitió en Segunda la temporada pasada y en esta se encuentra en tercera posición del grupo segundo de la Primera RFEF. A pesar de que compite casi siempre sin sus mejores jugadores, convocados habitualmente por Alguacil para el primer equipo. El sábado, sin ir más lejos, seis jugadores de B se desplazaron a Vallecas y tres de ellos jugaron el partido.
El femenino también ha crecido de la mano de la junta que dirige Aperribay, hasta el punto de lograr un título de Copa del Rey en 2019 y clasificarse para la previa de Liga de Campeones en la última temporada. Ayer mismo disputó otra final, la de la Supercopa, que perdió decorosamente (0-3) ante el inalcanzable Barcelona.
En el mejor momento del club desde las dos ligas de principios de los 80, el primer equipo de la Real Sociedad afronta una semana que medirá su poso. El miércoles se jugará pasar a las semifinales de Copa ante su peor pesadilla, el Barcelona en el Campo Nou, y el domingo defenderá su candidatura liguera en otro escenario imponente, el Santiago Bernabéu.
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