La asociación Áncora ha denunciado que el fuego del pasado sábado en Ulia, que afectó al caserío Lapazandegi, forma parte de «la sospechosa oleada de incendios» que en los últimos meses ha calcinado también las villas Beste Aldekoa (frente a los cuarteles) y Euskal Kabiya (en la calzada de Eia). «Un fenómeno sin justificación ni responsable aparente, que se extiende ahora a los caseríos»
Respecto al inmueble quemado, Áncora recuerda que se trata de una construcción tradicional documentada en el año 1815 como perteneciente al Marqués de Rocaverde y situada en la ladera meridional del monte Ulia, a unos 70 metros de altura sobre el nivel del mar, en un enclave de gran interés paisajístico y ambiental.
Consta de planta rectangular de unos 150 m2 con tres alturas y está edificado en piedra parcialmente revocada. Dentro del terreno fluye un manantial que fue aprovechado por el arquitecto municipal Joaquín Ramón de Echeveste para el suministro de agua potable y a cincuenta metros del caserío se conserva todavía una arqueta de piedra que lleva inscritas las iniciales de la ciudad y forma parte de esa conducción, proyectada a mediados del siglo XIX.
Áncora propuso un reconocimiento específico hacia los caseríos durante la revisión del PEPPUC por tratarse de las construcciones más antiguas de San Sebastián y las únicas que sobrevivieron al incendio general de 1813, al situarse extramuros de la población. Esta iniciativa fue desechada por el Ayuntamiento, que rechazó la catalogación de 70 caseríos, entre los que se encontraba Lapazandegi.
«La arquitectura tradicional es la expresión fundamental de la identidad de un pueblo y ocupa un lugar privilegiado en el afecto y el cariño de los vascos. Todos los municipios guipuzcoanos cuentan con publicaciones sobre sus caseríos históricos excepto Donostia, que descuida sus barrios rurales y olvida a sus baserritarras», denuncia Áncora.
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