Mucha incertidumbre, «¿se habrán enterado bien de dónde va a ser el reparto?», presentación de las caras nuevas, una higiene a prueba de algodones y una eficacia en la organización que ya se quisiera en otros asuntos. Por primera vez anoche comenzaron las cenas solidarias en Amara, concretamente en los aledaños de Anoeta.
Algunos de los voluntarios vienen de Egia, donde la iniciativa solidaria «se ha visto desbordada», y otros se han sumado a raíz de un buzoneo en el barrio.
Los voluntarios cuentan con que en Amara alimentarán a una treintena de personas sin techo. En la Parte Vieja, que es donde empezó este movimiento ciudadano, se dan unas 40 cenas. Y en Egia, el doble.
Como menú de estreno Carmen Breña preparó un puré de verdura «contundente, con su sofrito», y también hubo pan, plátano y yogures. Las cenas se darán todos los días a las 20.30 horas en el polideportivo de Anoeta, a la misma hora que en la Parte Vieja y Egia.
Entre los presentes anoche estaba Otilia Goikoetxea, vecina del barrio de Aiete que lleva tiempo cocinando en Egia, donde dos personas elaboran el menú debido al volumen de la demanda. «Yo al principio ni dormía de los nervios porque nunca había cocinado para tanta gente y quería que comieran rico y bien», explicó Goikoetxea para DonostiTik. «Cada cual cocina a su modo, como en su casa».
Anoche Otilia estaba de apoyo y traía 30 plátanos de postre. «Aquí cada cual corre con sus gastos», añadió sin titubeos. «Esto una iniciativa cívica, no hay ninguna organización detrás. Cada cual aporta lo que puede y todos hacemos algo».
Otilia contó también que «arrastró» a su marido para que le ayudara a llevar las cenas desde su cocina en Aiete hasta Egia, y es que este mecanismo requiere de muchas manos. «Esto no debería hacerlo nadie, pero como nadie lo hace, nos encargamos nosotros».
Sí hay ayudas de algunos comercios. En este caso la Tahona de la Avenida Isabel II y la pastelería Cristina de la Avenida de Madrid les darán el pan sobrante. Una sociedad gastronómica del barrio está pensando en dejarles cocinar en determinado horario para liberar a los cocineros de hacerlo en sus casas. Y los voluntarios están valorando poner huchas en los comercios. «No nos podemos quejar. La respuesta en general está siendo muy buena», explicó Pablo Marco Moreno, añadiendo que también pidieron permiso para hacer el reparto en la puerta del polideportivo y no les pusieron «ningún problema».
Entre las caras ‘nuevas’ estaba la de la amaratarra Teresa López, que se encontró la ‘invitación’ en el buzón y ya había leído sobre las experiencias de la Parte Vieja y de Egia. Al revés que Breña, que quiere cocinar y no participar en el reparto de las cenas, López se apunta a todo salvo a cocinar «porque con horario comercial sería imposible».
Una de las particularidades del movimiento Kaleko Afari Solidarioak es su heterogeneidad, aunque Pablo Marco Moreno, de 32 años, puntualizó que «hay jóvenes o personas ya de cierta edad, pero apenas colaboran las familias con hijos pequeños porque les resulta muy difícil».
Pablo forma parte de la Oficina de Derechos Sociales (ODT), cuyo local en Amara les presta la CNT. Ayer se hizo en esta sede de la plaza Ferrerías la organización de las bolsas que fueron trasladadas después al polideportivo de Anoeta.
Con Pablo Marco Moreno vive en Lezo el francés Timothée Aucarne, que incidió en que el bloqueo de su país en la frontera está detrás del fenómeno creciente de personas durmiendo en la calle en Donostia. «Llevo dos años viviendo en Gipuzkoa y siempre hay un control en el puente internacional». Al igual que Pablo conoció la iniciativa de Egia y se lanzó a repetir la experiencia solidaria en Amara para ‘descargar’ la demanda de la anterior.
Con ellos también vive en Lezo el marroquí Simo Simo Mohamed Driouash, de 22 años, que llevaba durmiendo 7 meses en los aledaños del campo de fútbol cuando les conoció.
Simo llegó a España en 2018 y ha vivido también en Bélgica. «Tengo un diploma y necesito un precontrato para trabajar y tener papeles», afirmó con el mediado optimismo de quien siente que su situación, aunque precaria, está mejorando.
Simo se siente agradecido a quienes le han dado cobijo. Y narró que en siete meses una única noche en que estaba «un poco enfermo» durmió en el albergue municipal.
Pablo Marco Loreno tiene claro que la calle es el peor enemigo para cualquiera. «Genera problemas a la larga, disputas, falta de estabilidad mental». Y «la inmensa mayoría» de quienes recurren a las cenas solidarias duerme en la calle. «En su mayoría son extranjeros, pero también hay otros perfiles de personas sin techo. Muchos están de paso y no conocen bien el idioma. En ocasiones no tienen documentación».
La situación, en fin, es ésa. Desde Kaleko Afari Solidarioak no teorizan demasiado. Ayudan como saben hacerlo: alimentando a quienes no tienen techo. Y en Donostia cada vez son más.
