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‘Los perdonados’, un perverso dilema moral lleno de belleza

Ralp Fiennes y Jessica Chastain protagonizan esta retorcida, incómoda y turbadora película de John Michael McDonagh

Una escena de ‘Los perdonados’.

Retorcida, incómoda, turbadora, reflexiva. Es cierto. ‘Los perdonados’, la última película de John Michael McDonagh, no es fácil de digerir (ni moral ni cinematográficamente). En cierta manera es un cruel espejo sobre el que se proyectan nuestras vanidades, nuestras estupideces, nuestras cobardías y, por supuesto, también nuestras culpas. Pero el filme te obliga a mirar sin poder apartar la vista. Sirviéndose de la belleza de los paisajes, la fastuosidad del vestuario y la suntosiosidad de unos escenarios filmados con calculada estética la cámara revela, en realidad, la podredumbre vital, la deshumanización y la estupidez planteando una serie de dilemas éticos con soluciones no demasiado positivas.

Pese a ello, ‘Los perdonados’ no es ni una fábula edificante ni una película filosófica. En realidad, es sólo un ‘thriller’ algo perverso a medio camino del western crepuscular. Sólo que aquí no hay misterio. Sabemos desde el principio que David y Jo Henninger (Ralph Fiennes y Jessica Chastain) han atropellado mortalmente mientras discutían a un joven bereber en plena noche (de camino a una fastuosa y lujosa fiesta para millonarios en el desierto de Marruecos). La intriga, en cambio, reside en cómo van a gestionar ambos personajes este horrible hecho. David y Jo iniciarán así su particular viaje hacia el perdón.

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Cada uno a su modo, renegarán de la persona en la que se han convertido sin darse cuenta. David lo hará sirviéndose de su cinismo, afrontando con la dignidad que creía que ya no le quedaba la pena moral (porque en la justicia real se han ido de rositas) que le impone el padre del joven muerto: asistir a su funeral. Jo, entregándose a la frivolidad no por maldad, más bien porque es lo que el resto de los invitados de esa vacua y estúpida fiesta esperan (y desean) que haga para que no les arruine la diversión.

Esas dos formas de buscar ser perdonados (más bien de perdonarse) compartimentan el filme en dos narraciones paralelas, estructurando el relato en dos partes muy distintas cuyo complicado encaje ‘hará pupa’ a algunos (sensibles) espectadores. La de Jo tendrá mucho de esa histriónica sátira que Paolo Sorrentino bordó en ‘La gran belleza’ (2013) y también de la ridiculez triste que décadas antes retrató Blake Edwards en ‘El guateque’ (1968). El camino de David, sin embargo, tendrá más de la sutileza y el intimismo de ‘El cielo protector’, de Bernardo Bertolucci.

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Sobre todo ello, sosteniendo, de hecho, todo el filme, orbita la magistralidad de Ralph Fiennes, un actor tan acostumbrado a hacer todo con tanta solvencia (desde el M de James Bond al garante de los buenos modales en ‘El gran hotel Budapest’) que pasa desapercibida su sutileza.

En ‘Los perdonados’ muestra el drama interior de su personaje en una única mirada, encogiéndose ridículamente (atención, spoiler) con la mano metida en el bolsillo en el que guarda 1.000 euros cuando le apuntan con una pistola (atención, spoiler) o tremendamente arrepentido, pero mintiendo al padre del joven al que ha matado.

Jessica Chastain tiene un papel, si cabe, más difícil y no menos importante, clave en la incomodidad moral con la que el director del filme quiere ‘pinchar’ al espectador. Porque una de las tesis que pupulan en esta película es aquella de: “Quien esté libre de culpa, que tire la primera piedra”. En realidad, en esta historia basada en la novela de Lawrence Osborne, nadie lo está, pero arroja todas las que tiene a su alcance. Ni siquiera el padre del joven atropellado, cuya dignidad se ve empañada por la cobardía de su venganza; ni su propio hijo, cuyos motivos para tratar de parar el coche de David y Jo en plena noche tampoco eran tan inocentes; ni los sirvientes que, asqueados, se consideran superiores a sus decadentes empleadores… En ‘Los perdonados’ cada personaje tiene, evidentemente, un motivo por el que redimir culpas y el espectador la posibilidad de juzgarles con ligereza.

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Ahora bien, el filme no sería tan contundente y efectivo si Ralph Fiennes y Jessica Chastain no estuvieran arropados por un reparto en el que están brillantes hasta los personajes más anodinos y con apenas un par de frases (incomensurable Abbey Lee Kershaw como la invitada que mejor se lo pasa en la fiesta). Es una de las bazas que contribuyen a revestir este film de una pátina de autencidad. El resto lo hace la fotografía exquisita de Larry Smith, un buen puñado de frases ingeniosas, unos originales títulos de crédito y la evocadora banda sonora compuesta por Lorna Balfe.

Al margen de eso: ¿Es una película previsible? Totalmente. ¿Prescindible? En absoluto. La cartelera sigue muy escasa de propuestas cinematográficas tan sugerentes (e inteligentes). En el fondo, John Michael McDonagh ha hecho ‘Los perdonados’ para discutir, para criticar… para que tiremos todas las piedras sin estar libres de culpa.


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