En pleno 2025, muchas páginas web siguen dejando fuera a millones de personas. No hablamos de falta de conexión o de dispositivos, sino de algo más profundo: sitios que no han sido diseñados para que cualquier persona pueda utilizarlos. Esto afecta de forma directa a personas con discapacidad visual, auditiva, motora o cognitiva, pero también a personas mayores o a quienes, de forma temporal, no pueden interactuar de manera habitual con una web.
El acceso a internet es ya un pilar básico para trabajar, estudiar, comunicarse o acceder a servicios. La accesibilidad web no es un lujo ni un extra opcional: es una cuestión de derechos.
La accesibilidad web consiste en crear sitios que puedan ser comprendidos, navegados e interactuados por cualquier persona, sin importar sus capacidades físicas o cognitivas. Ejemplos reales: una persona ciega que utiliza un lector de pantalla para leer el contenido; un usuario mayor con baja visión que necesita alto contraste y tipografía legible; alguien con movilidad reducida que navega únicamente con teclado; o una persona con dificultades cognitivas que requiere estructuras claras y lenguaje sencillo.
Cuando un sitio no cumple criterios básicos, aparecen barreras invisibles: formularios sin etiquetas, imágenes sin descripción, menús imposibles de manejar con teclado o combinaciones de colores ilegibles. Situaciones que para algunos usuarios son un obstáculo insalvable.
En España, el Real Decreto 1112/2018 establece que todas las páginas y aplicaciones del sector público deben cumplir estándares de accesibilidad. Muchas empresas privadas que ofrecen servicios esenciales también están obligadas, y la LSSICE amplía los casos en los que aplicar estos criterios es obligatorio. Además, las Pautas de Accesibilidad para el Contenido Web (WCAG 2.1), reconocidas internacionalmente, marcan las buenas prácticas que deberían seguir todos los desarrolladores y diseñadores. No cumplir no solo implica riesgo de sanciones: también supone perder clientes y dañar la reputación.
Invertir en accesibilidad web es una forma real y tangible de inclusión. Una web accesible rompe la brecha digital, mejora la experiencia de todos los usuarios, amplía el alcance y la audiencia, refuerza la imagen de marca como socialmente responsable e incluso puede mejorar el SEO, ya que muchos criterios de accesibilidad coinciden con buenas prácticas de posicionamiento.
No es necesario reconstruir todo el sitio desde cero. Una auditoría de accesibilidad detecta los puntos críticos y permite aplicar mejoras progresivas: añadir etiquetas a imágenes, reorganizar menús, optimizar contrastes, garantizar navegación por teclado… Cambios que multiplican la usabilidad.
En ZENSDATA (https://zensdata.es/accesibilidad-web) son especialistas en accesibilidad web. Ayudan a adaptar páginas de instituciones, pymes y ONGs con profesionalidad, criterio y compromiso, siguiendo normativas y estándares internacionales.
Si hablamos de inclusión, no podemos olvidarnos de lo digital. Hacer una web accesible es, hoy, una forma muy concreta de cuidar a los demás.


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