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El bar Iguana pide perdón

El local lamenta un episodio racista tras negar la entrada a dos jóvenes saharauis este pasado fin de semana

Bar Iguana. Foto: DonostiTik

Parecía un sábado noche más en la Parte Vieja de Donostia, ya sin rastro de la larga pesadilla de la pandemia. En el bar Iguana sonaban temas clásicos de música rock (Iggy Pop, Motörhead), mientras una variopinta clientela, de entre 20 a 50 años, bebía cerveza, jugaba a los dardos o simplemente charlaba animadamente alrededor de la barra semicircular. Pasadas las 23 horas, en el clásico pub de la calle Esterlines, entre las vías principales de Narrika y San Jerónimo, se produjo un incidente racista. Según Sofía Fernández Lavín, una estudiante cántabra de 21 años de Comunicación Audiovisual, el portero del local impidió la entrada a sus dos amigos saharauis, ambos de 25 años. “Tú no entras, que te conozco”, espetó el vigilante. Fernández narró lo sucedido en un hilo de Twitter que se ha viralizado estos días con cerca de 4.000 RT y 9.000 likes.

El bar Iguana presentaba un aspecto tranquilo el lunes por la tarde, pero «la comidilla», como se calificó en una conversación en la barra del bar, era grave: se había negado la entrada a dos personas por su color de piel. Sus dueños se arrepienten ahora de lo que sucedió en las puertas de su local: “No somos racistas, sentimos mucho lo ocurrido y pedimos perdón a los afectados”, afirman.

El suceso alteró la tranquilidad del Iguana. “Dijeron que nosotras tres podíamos pasar, pero que ellos dos se tenían que quedar fuera”, relata Fernández, que se encuentra en Donostia como miembro del Jurado Joven del Festival de Cine de Derechos Humanos. “Aunque suponía cuál iba a ser su respuesta, pregunté el motivo. La persona que estaba en la puerta me dijo que ya los conocía y que eran moros. Le respondí que eso era imposible porque ellos viven en Málaga. Su respuesta fue que habían tenido problemas en el pasado con magrebíes y que no se les estaba permitida la entrada. Nunca me había visto en una situación así. No me lo podía creer”.

Este grupo de jóvenes (tres chicas y dos chicos) no se quedó con los brazos cruzados y decidió llamar a la Policía. Uno de los socios del local salió entonces “para mediar» y después disculparse. Trató de enmendar el incidente racista invitando a unas consumiciones a los afectados, oferta que Sofía Fernández y sus amigos rechazaron marchándose a otro local de lo Viejo para buscar cobijo y pasar el mal trago. Los agentes, cuenta la testigo de los hechos a DONOSTITIK, tomaron nota de lo sucedido y, en un principio, les “animaron” a solucionar el embrollo in situ sin presentar una denuncia formal ante la policía.

La denuncia no llegó a prosperar. Los jóvenes acudieron a las dependencias policiales, ya de madrugada, pero las autoridades les conminaron a que volvieran “al día siguiente”. No lo hicieron. Uno de los dos saharauis afectados, que lleva desde 2005 en España gracias a un programa de acogida de menores que viven en los campamentos de refugiados, explica el motivo por el que renunció a continuar con el proceso legal .

Yo no he puesto una denuncia en mi vida. No sé cómo se hacen estas cosas. En la comisaría estuve reunido unos 30 o 40 minutos con un agente y me dijo que no tenía ninguna base jurídica, que no se había producido un delito de odio y que el caso se iba a terminar archivando”. El joven continúa con su versión de los hechos con templanza y voz firme. “A mí me da igual. No me han dejado entrar a muchos sitios. Estoy acostumbrado. Pero lo hago por mis amigos, que estaban llorando y estaban muy tristes, y para que estas cosas no se repitan”.

En el bar Iguana, aseguran sus responsables, están sufriendo una oleada de sustracciones de bolsos y robos de pertenencias personales estos últimos meses. Achacan lo ocurrido el sábado a un «error de apreciación» de su personal de vigilancia. E insisten con su mensaje: «No nos importa de dónde vienen los infractores, como si son del Antiguo. Hemos metido la pata. Apechugaremos con lo ocurrido».


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