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Cultura

El enfrentamiento del hernaniarra Juan de Anza con Cuerno Verde inspira ‘Dragones de frontera’

El cómic publicado por Harriet Ediciones ha sido presentado en Donostia por sus autores

(Carlos López Izquierdo/EFE). Los dragones de cuera son unos completos desconocidos en nuestro país, a pesar de que desde finales del siglo XVI hasta principios del XIX fueron la caballería española encargada de proteger, en muchos casos de forma heroica, los cerca de 6.000 kilómetros de frontera de la monarquía hispánica en América del Norte.

Ahora un cómic publicado por Harriet Ediciones redescubre la gestas de este cuerpo de soldados voluntarios en lo que más adelante fue conocido como el «lejano y salvaje oeste», a través de las peripecias de dos de personajes de ficción, un sargento y un cadete, inmersos en el enfrentamiento real del hernaniarra Juan de Anza con los comanches y su mítico jefe Cuerno Verde.

El trabajo, titulado «Dragones de Frontera» y que ya ha visto la luz con éxito en Francia y acaba de lanzarse en los Países Bajos, ha sido presentado este jueves por sus creadores, el guionista Gregorio Muro Harriet, el dibujante Iván Gil y el colorista Garluk Aguirre en una rueda de prensa celebrada en San Sebastián.

La idea de hacer este cómic, del que se han editado 1.500 ejemplares en castellano y 800 en euskera, le llegó a Muro como una inspiración después de leer en una revista que el primer hombre blanco en derrotar a los comanches había nacido en Hernani.

«Fue así como me encontré con Juan Bautista de Anza, fundador de la ciudad de San Francisco (EEUU) y vencedor de los comanches», ha explicado el guionista de la obra quien, tras documentarse profusamente sobre el asunto, decidió narrar este episodio de la vida de su paisano, enfocado «desde el punto de vista de la aventura».

El relato, que cuenta en 108 páginas de cómic y ocho de documentación histórica, describe la aventura de un grupo de estos dragones de cuera que se encargaron de proteger, de costa a costa, la extensísima frontera de la Nueva España a través de Texas, Nuevo México, California, Colorado, Utha y Nevada, incluso hasta la lejana Alaska.

Entre sus enemigos se encontraban los indios hostiles, pero también los ejércitos franceses e ingleses, si bien en el año 1.778 en el que discurre esta aventura las tropas galas ya se habían retirado del territorio, tras entregar la Luisiana a la corona española.

«Es una especie de ‘prewestern’ en el que los ‘novohispanos’ que vivían en armonía con muchos indios se defendieron de la enorme presión de los comanches que llegaban del norte, ocupando el terreno, desplazando a los apaches y atacando a todo el mundo», lo que desembocó en «un enfrentamiento final con una de las tribus más importantes«, cuyo jefe era el conocido Cuerno Verde, en el que los dragones de cuera tuvieron una importante intervención, detalla Muro Harriet.

El guionista precisa que se llamaban dragones porque, como los húsares, eran un cuerpo de caballería y el apelativo «de cuera» les venía del chaleco de siete capas de cuero que formaba parte de su indumentaria, una prenda que, como si de un chaleco antibalas actual, se tratase, «resistía el impacto de las flechas», que no llegaban a atravesarlo y que, en el peor de los casos, conseguía que el soldado no resultara herido de gravedad.

Muro Harriet aclara que este cuerpo del ejército real también era conocido como «tropas presidiales» porque tenían sus bases en unos fuertes, construidos con adobe y piedra, denominados presidios aunque no se tratara de cárceles, uno de los más conocidos fue el famoso «El Álamo».

Entre el armamento de estos soldados destaca la lanza larga, aunque también portaban una adarga (escudo) con el emblema real, una espada ancha, dos pistoletes y un mosquete.

Cada uno de ellos tenía a su cargo una mula de carga y siete caballos, lo que les daba una gran movilidad para cubrir el basto territorio que custodiaban, además de permitirles perseguir a sus enemigos o, en su caso, huir de ellos, de una forma «rapidísima» cambiando de caballo constantemente cuando notaban que el animal que montaban estaba cerca del agotamiento.


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