Con unas temperaturas inusualmente elevadas que venían anunciadas desde hace días fueron pocos los donostiarras que se quedaron el sábado en casa. Algunos eligieron el monte, pero sin duda fueron las playas las que dieron la medida de un 8 de mayo que parecía sacado de agosto y que además tenía su punto histórico porque transcurrían las últimas horas del estado de alarma entre la incertidumbre y el temor, para algunos, y la emoción para el resto. Hoy domingo las imágenes ya son otras con dos avisos amarillos previstos para esta tarde. Pero lo de ayer fue un verdadero respiro en Donostia.
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