Todos los veranos decenas de familias gipuzkoanas abren sus puertas a niños y niñas saharauis a través del programa Vacaciones en Paz / Oporrak bakean, que les permite pasar dos meses fuera de los campamentos de refugiados de Tinduf, en Argelia. Un paréntesis en sus vidas marcadas por el exilio, el calor extremo y la falta de recursos. Este año, sin embargo, la llegada se ha retrasado por un problema inesperado: los pasaportes están bloqueados.
“Los pasaportes son colectivos y algunos aún no están listos. Hasta que no estén todos, no puede salir ningún niño. O todos o nadie”, explicó a DonostiTik.com Eli Eizagirre, una de las responsables del programa Vacaciones en Paz / Oporrak bakean en Gipuzkoa.
Las familias esperan a 91 niños y niñas en Gipuzkoa, 213 en todo Euskadi. En el resto de las comunidades el drama se repite, ya que el programa se desarrolla en todo el Estado. “Intentamos a diario obtener información. Estamos esperando que nos den la buena noticia”, añadió Eli.
«Todos tenemos parte de culpa»
El programa Vacaciones en Paz implica a múltiples actores: las asociaciones de acogida en el Estado, las comunidades autónomas, el Gobierno saharaui en el exilio, el Frente Polisario, y las autoridades argelinas, encargadas de emitir los pasaportes. Un engranaje sensible en el que cualquier retraso afecta a toda la cadena.
“Todos tenemos parte de culpa”, reconoce Eizagirre. “Es un programa complicado, laborioso. Trabajamos todo el año, por corazón, por intentar traer un niño más… estiramos la goma del cronograma. Y nos ha explotado en la cara”.
Según detalló, el procedimiento es siempre ajustado: las comunidades autónomas comunican el número de niños al Gobierno saharaui, que a su vez pide los documentos a Argelia. “Este año algo ha fallado”.
Más que un viaje
Para estos menores, que viven en condiciones extremas y con recursos muy limitados, el programa supone mucho más que unas vacaciones. Es una oportunidad para salir del desierto, mejorar su salud, convivir en un entorno diferente y, sobre todo, sentirse niños y niñas en un contexto de paz.
“Son solo dos meses, pero les cambia la vida. Y también la nuestra”, apuntó Eli. Muchas familias repiten año tras año y mantienen el vínculo con los niños durante toda su vida. “Es un programa construido desde el afecto y la solidaridad”.
En estos días de incertidumbre, las asociaciones siguen trabajando y esperan que se pueda resolver a tiempo. Cada día que pasa es uno menos de este respiro tan necesario.
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