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Incertidumbre

Orona y Ulma, una nueva fisura en el corazón industrial de Mondragón

Los socios decidirán el 16 de diciembre si rompen el cordón umbilical con el gigante cooperativo

Imagen de archivo de un congreso del Grupo Mondragón. Foto: G.M.

(Clara García de Cortázar/EFE). El mayor grupo empresarial del País Vasco y décimo de España, la Corporación Mondragón, se enfrenta a una nueva fisura en su corazón industrial con la posible salida de dos de sus firmas emblemáticas, Orona y Ulma, cuyos socios decidirán el 16 de diciembre si rompen el cordón umbilical con el gigante cooperativo.

Las grietas de las dos compañías guipuzcoanas con la casa madre de Mondragón comenzaron a fraguarse tras la caída de Fagor Electrodomésticos, germen y buque insignia del grupo, que quebró y dilapidó los esfuerzos realizados por el resto de cooperativas.

El grupo cifró entonces en más de 300 millones de euros la cantidad aportada a Fagor Electrodomésticos «en concepto de apoyo solidario intercooperativo», una cifra sufragada por el resto de firmas, que destinan una parte de sus beneficios a esta «hucha» solidaria.

Hucha solidaria

Las diferencias sobre el modelo organizativo y la gestión de los fondos intercooperativos están detrás de la posible salida de Orona y Ulma de Mondragón con el que, según matizan, no quieren romper, pero sí fijar una «nueva relación» a través de la cual seguirían aportando a los grandes proyectos cooperativos como Lagun Aro o la Universidad, pero gozarían de más «autonomía» para gestar sus proyectos.

El peso de las dos cooperativas guipuzcoanas en la división industrial de Mondragón es evidente, ya que ambas cuentan en total con unos 11.000 trabajadores, lo que supone el 13 % del empleo global de la corporación.

El fabricante de ascensores, con sede en Hernani, alcanzó en 2021 una cifra de ventas de 832 millones de euros, está presente en más de cien países y cerró el ejercicio con 5.507 trabajadores.

Ulma, por su parte, con oficinas centrales en Oñati, es un grupo formado por nueve cooperativas y unos 5.500 trabajadores, que factura anualmente alrededor de 900 millones de euros en ventas.

Cuestión de insolidaridad

Las cooperativas discrepantes, que niegan tajantemente que se trate de una cuestión de «insolidaridad», plantean la creación de una nueva figura de «cooperativa convenida», que supondría que dejan de ser cooperativas de base adheridas al Congreso de Mondragón y que no se les aplicarían las normas aprobadas en este órgano.

Además, no participarían con carácter general en los mecanismos de intercooperación y solidaridad de todas las cooperativas, mientras que los posibles ámbitos y compromisos de colaboración con la corporación se establecerían en un convenio anual, según desveló el Grupo Mondragón en un comunicado interno enviado a todas sus cooperativas.

El escrito de Mondragón, que apelaba a la unidad y el diálogo, agrandó las grietas con Orona y Ulma, que acusaron a la corporación de ejercer una «inaceptable injerencia» y una «campaña de presión».

Es evidente que Orona y Ulma han orquestado de forma conjunta esta operación hasta el punto de que ambas sellaron su propuesta en un documento conjunto que enviaron a Mondragón y que ambas han optado por el hermetismo ante los medios de comunicación en todo este proceso.

Asambleas extraordinarias

Las dos cooperativas han fijado además la misma fecha, el 16 de diciembre, para celebrar las asambleas en las que sus socios -2.789 en Ulma y 1.750 en Orona- votarán la posible salida del grupo que, a la vista de los últimos acontecimientos, parece cada vez más cercana.

En el caso de que gane el sí, Orona y Ulma emprenderían un camino paralelo con la intención de seguir parcialmente la estela de las cooperativas Irizar y Ampo, que decidieron en 2008 abandonar totalmente el grupo y emprender su camino en solitario.

No obstante, parece difícil que la Corporación Mondragón vaya a asumir las condiciones marcadas por Orona y Ulma puesto que, según aseguran a EFE fuentes del entramado cooperativo, «si dejan de ser cooperativas» del grupo «tendrán que someterse a otras reglas».

Modelo de intercooperación

El Grupo Mondragón defiende la absoluta vigencia del modelo de intercooperación, que se asienta en el embrión del grupo y se articula a través de distintos instrumentos y fondos comunes.

Entre ellos figura el fondo de solidaridad, una caja conjunta, al que las cooperativas dedican el 4 % de los resultados y al que Orona y Ulma ya «no estarían obligadas» a aportar con la nueva relación que desean mantener con Mondragón.

Por otra parte, está también el fondo para el crecimiento y diversificación de empresas, Mondragón Inversiones, en el que las firmas industriales vuelcan el 7 % de sus beneficios y en el que, según las mismas fuentes, «Orona y Ulma no aportan desde el año 2016».

El presidente de Mondragón, Iñigo Ucín, lanzó un mensaje de unidad en el Congreso que el grupo celebró el 15 de noviembre, en el que aseguró que el futuro de Orona y Ulma será «mejor» dentro de una corporación que, según avanzó, espera alcanzar en 2022 los 12.000 millones en ventas -superar los 6.500 millones en el área industrial- con un incremento total del 14,2 %.

Ucín hizo entonces una defensa de Mondragón como una «casa de miles de personas», que aúna a un centenar de cooperativas, ocho fundaciones, una mutua, diez entidades de cobertura y más de 80.000 trabajadores y que, en sus 66 años de andadura, ha sabido «superar obstáculos, practicado sistemáticamente -dijo- la solidaridad».


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