San Sebastián, 3 dic (Ana Burgueño/EFE).- San Sebastián rozaba los 15.000 habitantes cuando sus murallas quedaron derruidas en 1864 y rondaba los 100.000 cuando comenzó la Guerra Civil. De la profunda transformación que sufrió en esas siete décadas quedó constancia en miles de fotografías, que más de un siglo después muestran espacios reconocibles pero también decenas de lugares que ya no existen.
Un nuevo libro, ‘San Sebastián desaparecido’, que será presentado esta tarde en Tabakalera, recoge una selección de esas imágenes del pasado, de la ciudad que atrajo a aristócratas y veraneantes, y de la que no salía en las postales. La historiadora Berta Echeberria es la autora de esta obra, publicada por Kutxa Fundazioa y la editorial Efadós.
176 imágenes en blanco y negro
Este volumen, que forma parte de la colección ‘Desagertutako Euskal Herria’ de Efadós, reconstruye, a través de 176 fotografías en blanco y negro, los cambios sociales que acompañaron a las mutaciones urbanas de una ciudad que vivió su propia «belle époque» y disfrutó de una libertad que acabaría cercenada tras el final de la guerra.
«Viva el feminismo» es la proclama de cinco jóvenes que participaron en los carnavales de 1931, como recoge una de las imágenes del libro, en el que también aparece embutida en un ceñido buzo negro, en una foto de 1920, la bailarina, actriz y directora de cine Helena Cortesina, la primera mujer en montar su propia productora en España, exiliada en Argentina y «condenada a un injusto olvido», según destaca Berta Echeberria.
La autora, doctora en Historia Contemporánea por la EHU, plantea la paradoja de «una San Sebastián desaparecida que aún persiste».»De hecho, buena parte de la actual Donostia hunde sus raíces en la época que aquí relatamos«, señala en la introducción del libro.
«La imagen de ciudad ideal (materializada solo en parte) se ha completado con otras que han trascendido menos: las de quienes trabajaron duro por satisfacerla. También hemos querido ilustrar el sentir y el discurrir de los nuevos tiempos, el despertar social y la participación de hombres y mujeres en la esfera pública», añade.
Para ello, ha llevado a cabo una importante revisión de las fotografías captadas esos años por fotógrafos como Pascual Marín, Ricardo Martín, Rogelio Gordon y Cesáreo Castilla, todas ellas conservadas en la fototeca de Kutxa Fundazioa.
La ciudad y su periferia
Esos autores fueron testigos de cómo se desarrolló la arquitectura más emblemática de Donostia, la que hoy conforma el área romántica de la ciudad, pero asimismo de cómo su periferia se transformó y lugares como el puerto de Morlans, de donde partía el acueducto que suministró agua a la población durante siglos, dejaron de existir en 1924 y las marismas de Amara empezaron a dar paso a un nuevo barrio.
Para dar mayor amplitud a esta visión de conjunto, la historiadora ha puesto también el foco sobre los donostiarras de entonces, sobre sus usos y costumbres en una ciudad también de contrastes, que Echeberria ejemplifica en lo que eran los extremos de la actual playa de La Zurriola, con la sofisticación del antiguo y ya desaparecido Kursaal en un lado y el área de Sagüés, que algunos bautizaron como «las Hurdes donostiarras», en el otro.
La contemporaneidad no lo ha inventado todo; la moda fue un reclamo turístico hace un siglo, la repostería donostiarra llegó a estar entre las mejores de Europa, y sus restaurantes ya se anunciaban en guías de viaje, revistas y periódicos. Echeberria recuerda que en 1901 se fundó la Academia de Cocina de la Sociedad Económica Bascongada de Amigos del País, considerada la primera escuela de cocina de España.
San Sebastián era en el primer tercio del siglo XX una ciudad en ebullición. Una de las últimas fotos, la de milicianos republicanos junto a un camión blindado, tomada el 17 de julio de 1936, es el preludio de cómo las cosas iban a cambiar a partir de entonces y permanecer así durante 40 años.



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