La indignación crece entre los vecinos de Loiola, que denuncian no solo los problemas de acceso al barrio -ya conocidos y puestos de relieve en medios- sino también una serie de «carencias» que, según indican, están deteriorando gravemente la calidad de vida en la zona.
El diseño actual de los accesos genera una sensación de “embudo constante”, con semáforos a pocos metros de distancia y numerosos badenes que hacen del simple hecho de llegar a casa “un ejercicio de paciencia”, según relatan los propios residentes. Pero más allá de este problema de movilidad, el vecindario apunta a otros asuntos.
Entre las principales quejas está «la falta de un ambulatorio propio para un barrio de más de 6.000 personas». El centro de salud de Txomin, que también da cobertura a Loiola, “ha quedado absorbido por el nuevo desarrollo urbano y, muchos días, ni siquiera cuenta con pediatra”, reiteran. Las familias con niños, añaden, se ven obligadas a acudir directamente a urgencias. «Se nos ha trasladado que el ambulatorio que se va a construir a partir de octubre será más grande y moderno, pero a día de hoy la situación es complicada».
El problema del aparcamiento también se ha agudizado a raíz de las obras. Según indican, muchas plazas se han perdido y la mayoría de viviendas no dispone de garaje. Comprar uno resulta, para muchos, inaccesible: “los precios oscilan entre los 30.000 y los 60.000 euros”, denuncian los vecinos.
A esto se suma una creciente «preocupación por la seguridad». Varios residentes hablan de “oleadas de robos en coches aparcados en la calle”, con ventanillas rotas y objetos sustraídos, lo que ha generado un aumento de la sensación de inseguridad.
Uno de los puntos más conflictivos señalados es la zona del puente de Astiñene, donde se denuncian asentamientos precarios y la proliferación de ratas, lo cual muchos asocian a las obras. “Hay quienes evitan pasar por esa zona del río, especialmente a determinadas horas”, apuntan.
Como consecuencia de este contexto, el comercio local también se está viendo afectado. “Han cerrado pescaderías, ferreterías y otros negocios de toda la vida, y los nuevos no se atreven a instalarse aquí”, lamentan.
Finalmente, los vecinos muestran su preocupación por la inminente integración del desarrollo de Ciudad Jardín al barrio. Temen que, si no se actúa pronto, los problemas existentes no solo se cronifiquen, sino que se agraven.



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